lunes, 2 de marzo de 2015

Je suis Rockwell


-Sos un clon.

Julián no podía evitar demostrar lo nervioso que lo ponía la actitud de Martín que, sin levantar la mirada del paquete de Oreo, le contestó muy calmado:

-Sí, te escuché la primera vez... ¿vos sabías que estas galletitas son veganas?... bah, eso dicen.
-¿Pensás seguir tomando mate como si nada?

Martín no estaba interesado en lo que le estaban diciendo (o sí, pero lo disimulaba muy bien). Es que esta era una información con la que él ya había tenido contacto una semana antes. Pensó mucho en lo que esto representaba y había tomado una decisión definitiva: no le iba a importar. Y punto. Y listo. Y, si bien pensaba hacerse cargo de la posición que estaba tomando, tampoco tenía por qué darle explicaciones a nadie. Bah, por lo menos eso pensaba él.

-¿Vas a decir algo sobre lo que te acabo de contar?

Julián estaba cada vez más sacado. Pero ese nerviosismo no tenía tanto que ver con la noticia sobre Martín sino con una carta de la AFIP donde lo intimaban a presentarse y pagar un montón de dinero que no sabía que debía (más intereses). Al parecer, la contadora blanqueaba dinero de otras empresas sobrefacturando a nombre de la suya (o algo así). Lo importante es que Julián no conseguía comunicarse con esta mujer, supuesta culpable de todo el problema, y eso lo estaba volviendo loco. Y, aparte, estaba toda esta locura de Martín y los clones.

-Ya te dije que no pienso decir ni hacer nada.

Martín amagó a pararse de la mesa pero rápidamente se dio cuenta de que la cocina era demasiado pequeña como para ganar algo de tiempo al calentar el agua del mate, o hacer café… o algo. Así que sólo se reacomodó en la silla.

-¿Pero no te das cuenta que esto puede ser una bomba? - de vuelta, Julián intentaba hacer entrar en razón a Martín de la manera más pragmática que se le ocurría.
-¿Una bomba para quién?
-Para todos… ¿no hablaste con el profesor Hamilton?
-Sí.
-¿Y no te dijo que no sos el único?... ¿que está todo “armado”?
-Sí.
-¿Y no pensás hacer nada?, ¿en serio?

Martín había escrito un montón de tuits diciendo que era un clon, y todos lo tomaron en chiste. Eso lo hacía reír mucho (por dentro).

Todo este problema lo había agarrado en un mal momento. No estaba bien con su novia, y le estaba gustando cada vez más Luciana, que era una amiga que no era amiga pero era amiga. Este renacimiento de la incertidumbre lo estaba llevando a lugares mentales que le parecían ridículos por un lado, y excitantes por otro. Pero, sobre todo, lo hacía pensar en las posibilidades. Y de eso quería hablar en el fondo con Julián: de las posibilidades. Y, sobre todo, de Luciana.

Agarró la pava, cebó un mate y se lo dió a Julián. Casi sin mirarlo e intentando correr la conversación, preguntó:

-¿Hace cuánto que no nos veíamos?
-No sé.

Julián tomó el mate y lo apoyó en la mesa. Martín lo miró un segundo y habló casi sin pensar:

-¿No sentís que todo esto de madurar nos alejó?

Cuando terminó de escuchar esto, Julián estuvo a punto de mandarlo a la mierda. Él, en el fondo, sentía que los problemas de la mayoría de sus amigos (incluyéndolo a Martín) eran boludeces. Que, justamente, el problema era que él había madurado y el resto no. Problemas eran otros… no las boludeces de no aprobar una materia o alguna minita que no daba bola.  “Un problema es la AFIP”, pensaba.  De cualquier manera, le contestó:

-No. Bah, puede ser. Creo que no tenemos el tiempo que querríamos para compartir.
-¿En serio?... ¿pero no pensás que esto de no compartir vuelve el mundo un poco más chico?... ¿casi como si el mundo fuera cada uno, separado del resto?
-Es lo que hay, Tincho.
-Bueno, a eso voy… - Martín se paró para darle más énfasis a esa idea que se le acababa de ocurrir y Julián supo que esto sólo podía terminar en un monólogo o en una fuerte discusión. – ¿no te parece que podría existir un mundo donde no te resultara tan fácil aceptar que yo fuera un clon?

Julián creía saber hacia dónde iba la conversación y no le gustaba. Pero no pudo evitar preguntar.

-¿Cómo?
-Sí, claro… ¿no pensás que si tipos como Superman o Flash nunca hubieran aparecido esto sería distinto?
-Esta conversación está perdiendo sentido muy rápido.
-A ver… - Martín se apoyó en la mesada, dándole la espalda a Julián. Bajó la cabeza y prosiguió. - lo que quiero decir es: ¿esto de vivir cada vez más solos no nos debería volver más perceptivos a los mundos de los demás?... ¿más conscientes de otras cosas?
-AFIP. Tengo que pagarle 150 lucas a la AFIP… ¿te gusta mi mundo?

Martín se dio vuelta, salió de esa especie de trance existencialista y miró a Julián con cierta ternura.

-Uff… no. Perdón… ¿te puedo ayudar en algo?
-No. Salvo que tengas 150 lucas.
-No las tengo. Pero… bancá – se volvió a sentar en la mesa -. Te entiendo que tengas estos bardos… ¿pero no me podés seguir en lo que te estoy diciendo?

Julián no supo qué decir. No sabía si irse, si llorar un rato, si decirle que era un pelotudo o que lo quería… así que, simplemente, se lo quedó mirando.

-Yo digo que capaz esto no debería ser algo común. Clones, tipos con armas enormes, mutantes, extraterrestres… en serio, estaría buenísimo, capaz, no sé… verlo con ojos nuevos. Estaría bueno mirarnos con ojos nuevos… ¿no?
-No se puede. Lo que vos podés hacer ahora es llamar a algún fiscal y hacerte cargo de que sos un clon.
-¿Y esa gente que es como yo?
-¿Los otros clones?
-Sí.
-Van a saber la verdad.
-Les voy a cagar la vida.

A Julián le sonó el teléfono: era la contadora. Dudó un segundo entre atender o seguir con lo que Martín le estaba diciendo pero finalmente decidió cortarle. Sabía que esto que estaba haciendo era una pelotudez, pero en la duda reaccionó casi instintivamente.
Martín lo vió mirando el celular y entendió que a su epifanía le quedaba poco tiempo de atención.

-Capaz que no. Han pasado cosas más raras. ¿No te acordás de la invasión thanagariana?... la gente siguió con su vida. La gente siempre sigue con su vida.
-Sí. Me acuerdo. Pero igual… ¿vos me entendés, no?

Julián no le entendía un carajo, pero no podía seguir hablando: tenía que llamar a la contadora que lo estaba buscando. Así que asintió con la cabeza y se paró de la mesa mirando el celular.

-¿Te tenés que ir a la mierda?
-Sí… la contadora.
-Dale, no hay drama… ¿nos podemos ver en la semana?... necesito contarte algunas cosas. Son boludeces.
-Nunca son boludeces.

Julián mentía. Pero no era para tanto. Si Martín estaba bien, valía la pena. Y, además, tenía que irse.

-Dale. Te abro. Y gracias por venir.
-De nada.

Fueron los dos hasta la puerta de calle casi sin mirarse. Martín abrió la puerta y miró hacia la esquina más cercana mientras escuchaba la desactivación de una alarma. Cuando volvió a mirar, Martín ya estaba en el auto saludando y yéndose de contramano.

Esa noche, Martín se sentó en la pc, dispuesto a hablar con Luciana y decirle que… bueno, no sabía muy bien qué, pero algo. No pudo. Intentó con unos vasos de whisky encima, pero tampoco lo logró. Tenía miedo… mucho miedo. Demasiado. Pero ya estaba frente a la computadora, así que escribió en Facebook: “Soy un clon. Tengo pruebas”. Después de esto, intentó llamar a Julián para contarle de Luciana. Nunca lo atendió. “Capaz está en un quilombo”, dijo para sí (“es un hijo de puta”, pensó realmente).

A las 2 horas, un auto negro, con dos hombres de traje, estaba en la puerta de su casa para llevarlo a una reunión con una tal Amanda Waller.

XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.