jueves, 11 de diciembre de 2014

El mundo sin Batman


-No nos vemos desde que nos recibimos, hace como 10 años, ¿no?
-Sí, zarpado.
-Che, y vos estás igual... te mantenés bien.
-Sí, gimnasio, ¿viste?... a las minitas les gusta.
-Sí. Eso dicen.
-Sí, tu novia me lo dice todo el tiempo.
-Ah.
-Jajajaja. Te jodo, boludo.
-Ja. Sí. Es señora, estoy casado.
-Boludo... ¿cómo te vas a casar?
-Sí, soy un boludo. Che, me tengo que ir a laburar... tengo hora de entrada.
-¿No te tomás una cervecita?
-Son las 9 de la mañana. Y ya tendría que estar en el laburo, perdoná.
-¿Ves?, es una mierda chabón... te re vendiste. Yo no tengo horario.
-Ah, mirá... ¿y en qué andás?
-Paseo perros.
-¿Y se levanta buena guita con eso?
-No sé. Yo paseo el perro de mi vieja.
-Ah, pensé que laburabas de eso.
-No. Yo estoy estudiando nomás: profesor de educación física. Mirá este tattoo... le re gusta a las pibitas.
-Ah.
-Che, pasáme el Uasap.
-No tengo.
-¿Celu?
-No, se me cagó ayer, te juro.
-Bueno, seguro nos vamos a cruzar. Yo antes corría en el parque pero tuve que cambiar por un quilombo con una minita y empecé a correr por acá.
-No, che... no creo. Me acordé que justo hoy me tenía que pegar un corchazo, disculpá.
-No hay drama. Aguante, chabón... nos estamos viendo.


*** 

-Ah bueno...ese pito es una obra maestra del diseño y la técnica.
-¿Eh?
-No, nada... es que desde que me pusieron este ojo biónico y puedo ver a través de las cosas, no puedo evitar mirar penes jóvenes.
-Entiendo, ¿pero seguro que no le hace mal eso?
-¿Me lo decís porque soy vieja?
-No, para nada. Se nota que es una señora que se mantiene bien... pero no sabía que se podía tener vision de rayos X permanentemente. ¿No es como radiación?
-Sí, obvio que es radiación. Ahora, volviendo a eso de que me mantengo muy bien... bueno, sí, hago el esfuerzo. No como vos.
-Bueno, uno a veces no puede hacer todo lo que quiere, ¿no?
-Mmmm. Aparte el pito, en sí, es chico. Lindo pero chico. Igual eso se puede arreglar.
-¿Cómo es eso?
-Se puede arreglar, igual.
-No, ¿como es eso que tengo el pito chico?
-Claro, sí... ¿Querés que te dé el número del médico que me puso este ojo con visión de rayos X?
-Bueno, pero...
-Acá tenés, tomá. No es bueno tener el pito chico.
-¿Dr. Batman?, ¿así se llama?
-Sí.
-Y tené en cuenta que todo lo soluciona con radiación.
-¿Radiación en el pene?
-¿Conocés otra forma de agrandarlo?
-Mmm... no.
-Bueno, la SUBE... ¿cuánto te cargo?
-Ah, 50... 50 pesos.
-Dale.
-"Batman"... me suena de algún lado.
-Sí, puede ser. Creo que así se llamaba el uruguayo ese que trabajaba en una de las novelas de Majul.
-Puede ser... no me acuerdo.
-Bueno, pibe. Acá tenés.
-Gracias. Chau, nos vemos.
-Nos vemos, pijicorto.

Ramones


-¿Piso?
-Segundo.
-Ahí va... ¿todo bien?

No, no me gustan los Ramones. Nunca los entendí.
No, no crecí con los Ramones (eso también lo sé), pero tampoco sé muy bien con qué mierda "crecí". Todo lo que recuerdo me parece sacado de una película, con un exceso de simbolismo idiota que no sé de dónde mierda salió: lo que me pasó en el bondi recién o ese día en que le quise pegar a una piba en el colegio porque me dijo narigón, se defendió y yo quise matarme casi en serio. Todo eso parece una mentira que me cuento para ser yo.
Los Ramones son reales. Y no sé muy bien qué quiero decir con esto.

-Todo tranqui... ¿vos?

Escucho un tema de los Ramones y no puedo evitar recordar la coherencia de gente importante. No, mía no... yo no tengo coherencia. Hablo de gente importante, que hace al mundo un poco más lindo.

-Bien, bien.

A veces pienso en las ironías de la vida.
El álbum de figuritas que me gustaría haber completado con esa persona que me hace acordar a la coherencia y a los Ramones (sobre bandas de rock) lo compartí con alguien con el que hoy ya no comparto nada (resultamos muy distintos como adolescentes y aún más como adultos).
Una de las figuritas de esa colección era una foto de la tumba de Morrison. Hace uno o dos años se la ví a alguien y se la quise robar pero no pude. Ya sé que está mal robar pero era para regalársela a un amigo.

-Calor, ¿no?

Yo quiero a las personas por lo que representan. No lo puedo evitar. Es triste, capaz. No sé.
También sé que toda la gente que quiero se va a morir. Pero lo importante es que yo me voy a morir y esas personas me hacen pensar que el mundo va a seguir girando cuando yo me vaya de acá.
Bah, no sé. Capaz que es un exceso de simbolismo, pero como toda esa estética está afuera (yo no soy el protagonista), me convenzo de que ese simbolismo sí está bien.
Nadie es protagonista.
Creo.

-Sí, el tiempo está re loco. El calentamiento global y todo eso, capaz.

Hoy a la mañana, antes de entrar al laburo, buscando un coso en mercado libre, encontré que alguien está vendiendo el álbum de "Batman, la serie animada". Yo completé ese álbum yendo a comprar las 9 figuritas que me faltaban a PANINI. Si el pibe Ramones no hubiera sido mi amigo, seguro hubiera cuestionado mi prematuro burguesismo. Pero es mi amigo. Fué mi amigo.
Me hubiera sentido melancólico si no supiera que todo este simbolismo que estoy intentando describir es una excusa para ser "yo".

-Bueno, me bajo acá. Nos vemos.

Gracias.
Gracias por hacer el mundo un poco más lindo y real.

-Nos vemos.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Un borrador


Estoy arrodillado, con la mitad de la cabeza metida en el inodoro. No puedo vomitar.
- Damián... ¿estás bien?
Fernando, desde el otro lado de la puerta del baño, me grita. No puedo contestar.
- Dale, Damián. Contestáme... ¿estás bien?, ¿necesitás algo?
- Sí, sí. Todo bi... todo tranqui.
Intento recuperar la consciencia. No entiendo muy bien lo que está pasando.
- La piba se asustó.
La piba. La concha de la lora. Yo sabía que me iba a pasar esto. "Decíle que está todo bien", fué lo único que se me ocurrió.
- ¿Querés que pase?
- No, tranquilo.
No estaba tranquilo. Estaba enfermo. No podía vomitar. Fernando me había llevado a ese lugar de mierda. "Whiskería", me dijo. Un burdel, quería decir. Era obvio que esto iba a pasar.
- Sos un boludo.
Me hace calentar.
- El boludo sos vos. Yo quería cerrar el tema del guión, y vos querías hinchar las pelotas.
Le estoy gritando, mientras aprieto los dientes. Me duelen los dientes.
- Dale boludo... ¿en serio me vas a joder por esto?, dejáme pasar y lo hablamos.
Fernando golpea la puerta con fuerza. Estaba caliente, pero yo estaba más.
- Sos un forro. Te dije que no quería pasar. Que estaba todo bien. Te dije que quería charlar un rato nada más.
- Dale, salí.
Estoy muy caliente. No quiero salir. Quiero vomitar. No se me paró. Yo quería cerrar lo del guión.
- "Vemos que está él solo en la cama. Nos quedamos con la cara de Damián, entre medio de las 2 almohadas. El despertador sigue sonando y nos movemos bajo la cama. Ahí vemos la figura rota de Batm..."
- ¿Me estás leyendo el comienzo de nuevo?... y ya te dije que lo del muñeco no va. No sirve. No hay que poner esos guiños si queremos el subsidio. ¿Por qué te digo esto?... salí.
Empiezo a escuchar murmullos del otro lado de la puerta. Debe haber más de 3 personas con Fernando. Dicen cosas. Seguro hablan de mí. No me importa.
- Dale, dejáme entrar.
- No, no - mientras niego con la cabeza y sostengo la puerta con un brazo, trastabillo y resbalo. Me golpeo la cabeza. Puteo.
- La puta que te parió, boludo. Tengo gente acá que me está hinch...
No puedo escuchar. Me quedo sordo. Intento pararme... ¿estoy sordo?, ¿vomité?; me duele la cabeza.
Me cuesta, pero logro pararme. El baño no parecía tan grande hace un rato.
- Eh, bacán.
Miro alrededor. Nada. No escucho ruidos, sólo esa voz. Pero estoy solo.
- Acá, pibe.
En el inodoro. El sonido sale del inodoro.
- Sí, yo. Soy yo... ¿qué hacés?
- ¿Eh?
Esto no está pasando.
- Tranquilo. No me vomités todavía. Está todo bien. Yo te quiero ayudar.
- Esto no está pasando.
Me trago el vómito. Ácido.
- Sí, está pasando. Y está todo bien.
El inodoro me está hablando. Me recuesto sobre la pared. No escucho ruidos de afuera y estoy muy asustado... ¿estoy muerto?
- ¿Estoy muerto?
- No. Para nada. Estás acá, todavía, en el bulín. Escuché todo lo de tu amigo... ¿vos sos puto?
- ¿Eh?
- No se te paró, ¿no?... escuché eso recién.
- La puta que te parió.
- Tranquilo, cusifae... yo soy como un genio. Si querés te puedo desaputazar.
- ¿Me morí?, ¿por qué no escucho lo que dicen afuera?
- Mirá pibe, yo ahora te quiero regalar un par de cosas... ¿tamo'?. Está todo bien. Yo te concedo 3 deseos, vos te vas de acá bien machito, y yo vuelvo a casa. Es rápido.
Yo quiero cerrar lo del guión. La parte de la figura de Batman es importante, y Fernando no lo entiende. ¿Por qué no puedo escuchar más a Fernando?, ¿cómo puedo ser tan boludo para terminar en un lugar como este?
- A mí me gustan las mujeres - subo la voz casi sin querer.
- Bueno, no hay drama. Primer deseo.
- ¿Qué?
- Primer deseo.
Lo que quiero es, aunque sea una puta vez, hacer algo que quiera en serio en vez de seguirle la corriente a los que se supone que saben mejor que yo lo que quiero o necesito hacer con mi vida.
- ¿Sandra?, ¿quién es Sandra? - la voz del inodoro resulta más expresiva que lo que uno podría esperar (claro, si uno esperara que un inodoro hable). No, pará. Esto está pasando solamente en mi cabeza.
- ¿Querés volver con Sandra?, ¿es eso?, ¿por eso no se te para?... resultaste un tiernito.
No puede saber quién es Sandra.
- Pará un poco. Sos un inodoro... ¿cómo sabés de Sandra?, ¿por qué podés hablar?... dá vuelta la prioridad de las preguntas.
- Mirá. Otra vez. Soy el genio del viorsi. Tengo muchos años acá. Y solamente estoy escuchando lo que dicen de vos en el pasillo. Un tal Fernando, creo.
- ¿Por qué yo no puedo escucharlos?
- ¿Qué se yo?, es fácil pibe. Tres deseos. Si querés usá uno para sacarte la duda de que esto sea posta. Dale.
No sé qué hacer. Quiero hablar con Fernando.
- Quiero que entre Fernando.
Escucho un golpe en la bañera. Era Fernando.
- Fer.
- ¿Qué pasó?
- Nada. No pasa nada. Escucháme. Está pasando algo muy zarpado acá - no creo ni poder decirlo, en realidad.
- ¿Eh?
- Sí, ya sé como va a sonar, pero el inodoro habla. Y me quiere conceder 3 deseos. En serio.
- A vos se te quemó el cerebro.
- No, boludo, en serio. Hablále.
- Cerrá el orto, boludo - me empuja apenas, pero siento la impotencia -. Recién me vinieron a apurar para que salieras, y a decirme que la piba cobra igual.
Lo agarro del cuello de la camisa y lo golpeo contra la pared. Me lastimo el hombro. Presiono más.
- Te dije que no quería pasar. Me tenés podrido... la piba ahí, tirada, y la veo... yo no quería venir. Me chupa un huevo. Pagále vos. Yo me voy a la mierda.
Hay algo raro en el aire. No estoy pudiendo respirar bien. Fernando lo nota. Lo odio. Los odio a todos. Lo suelto. Le doy la espalda.
- Escuchá, Dami... pará un poco - me toca el hombro-. Ya sé que capaz me pasé. Pero no estás bien. Después de lo de Sandra no quedaste bien. Quería que saliéramos. Yo sabía que - sigue hablando mientras se sienta en el borde de la bañera - no te gustaba. Pero es que, no sé... sos raro.
Lo miro. Yo no soy un tipo raro, Fernando sí. Siempre dudé si la complejidad que yo veía en él era un invento para evitar conocer gente nueva. La verdad es que sigo sin saberlo.
Me dejo caer en el suelo, apoyando la espalda contra la pared y pretendo pedir perdón sin ceder. Giro mi cabeza. Miro el suelo. Las cerámicas forman figuras pintorescas: tipitos en bicicleta, señoras barriendo, un aviador sin avión.
Ya no tengo tantas ganas de vomitar, pero me duelen las piernas.
- Mirá, yo te entiendo, pero lo de Sandra ya está, ya pasó... ¿por eso no pudiste ahí, con la minita?
- No, no fué por eso. Es porque me pongo nervioso. No me gusta el contexto. No puedo. Siempre pienso que la piba no quiere. Me siento una mierda; o soy puto... no sé, la verdad. Y lo de Sandra fué. Ya sé lo que querés decir. Y ya fué.
- No, no fué. Para vos no fué. Estás hecho mierda. Esa mina te hizo mierda.
Sé que cree decirme todo esto porque me quiere ayudar, pero no.
Fernando, en el fondo, no me conoce.
- Sí. Fué. Yo no soy un amargo por culpa de Sandra. O sí. Pero hoy soy así. Ya está.
- Bueno, pero la extrañás. Extrañás esa vida... ¿o no?
Me acuerdo.
- Bancá… ¿vos cómo entraste?
- Por la puerta.
- No, no entraste por la puerta.
- Sí boludo, dejá de psicopatearte... ¿la extrañás?
-¿Qué?
- Si la extrañás. A Sandra.
Miento.
- No, no sé. Creo que sí. Pero está bien.
No quiero hablar de Sandra. Bah, no sé. Es muy raro todo lo que pasó. Tiene sentido que todo haya sido un efecto del golpe. Tiene sentido.
- Escucháme un segundo Fer. Yo lo que quiero, necesito, es que el detalle de la figura de Batman esté. Tiene que estar roto, sin los brazos, y abajo de la cama.
Fernando se para. Sabe que la conversación terminó.
- ¿En serio querés discutir esto ahora?
- No. No quiero discutirlo. Quiero que sea así.
- ¿Tanto te afectó que Sandra te rompiera ese muñeco?... ¿en serio?
- No. Es simbólico. Tiene que ver con la historia.
- Después lo discutimos. Si a vos te parece, listo. Ya está. Ahora vayámonos a la mierda de acá. No vuelvo más a este lugar de mierda.
Hace un ademán con el brazo, invitándome a salir.
- Dale. Andá. Me lavo la cara y salgo.
Me paro. Creo que veo salir a Fernando del baño. Abro la canilla de la bacha y dejo salir el agua. En el fondo, sé lo que va a pasar. Me hecho agua en el pelo y me lo tiro para atrás.
- Eh, dale. Faltan dos.
Lo miro. Otra vez. El inodoro. En el fondo lo sabía.
- Dale, pebete.
Calculo que si me voy, esto termina acá, pero... ¿y si está pasando realmente?
No puedo irme así.
- Bueno, dale... ¿dos, no? - espero haber sonado desafiante.
- Sí.
- Bueno: quiero saber qué hubiera pasado si ese día no hubiera engañado a Sandra.
- Ah... era eso.
- Sí, era eso.
Vuelvo a sentirme incómodo, y vuelvo a no escuchar el bardo del pasillo.
- ¿Y lo querés en forma de visión mística o te lo cuento con algunos detalles?
- No creo que haya producción.
- Cierto. No hay producción… bueno: hubieras sido feliz.
- ¿Eh?
Si el inodoro se pudiera reír, lo estaría haciendo, lo sé.
- Sí. Hubieras sido feliz por mucho tiempo. Es más, te hubieras casado... vos la querías, ¿no?
- Sí.
- Bueno, ella también. Hubieran sido felices. Juntos. Hijos.
Entiendo, creo. Más o menos. Algo.
- Entiendo.
- ¿Y ahora?, ¿qué más?... creo que puedo adivinar el próximo deseo.
- Puede ser... a todo esto, ¿cómo te llamás?
- Hugo.
- Hugo, ¿te puedo hacer un pregunta?
- Dale.
- ¿Por qué seguís hablando como si estuvieras en los '50?
- Porque las ideas se expanden de maneras misteriosas, pero sólo si son honestas: tenés que ser honesto en la vida, pebete. A veces es mejor ser coherente antes que intentar parecer evolucionado, sofisticado.
- Puede ser.
- Seguro que puede ser... ¿no te parezco un buen maestro?
- Sí. Puede ser. En ese caso, no me gusta el tango. No entiendo la cultura que lo rodea.
- Sos un buen tipo. Bueno... ¿vamos con la última?
- Vamos.
Me agacho. Miro el agua en el inodoro moverse lentamente y puedo reconocer mi cara en el fondo.
Casi susurrando, recito mi deseo.
Estoy seguro de que si pudiera, Hugo se estaría riendo.
Vomito.

Escucho ruido. Gente que me grita cosas. Siento el ácido subir por la garganta. Me río. Corro con Fernando al lado. Lo escucho putearme. Sigo corriendo. Golpeamos sillas. Golpeo un tipo contra una puerta. Fernando me sigue puteando. Me río. No entiendo. Me limpio la boca.
Me río.
Corro.
Me putean.
Me río y sigo corriendo.

Me despierto. Creo.
Estoy en mi cama, en mi pieza.
El despertador sigue sonando.
Abro el brazo y chequeo el espacio: sí, estoy solo.
Recuerdo cosas salteadas. Dudo.
Me giro para ver la mesa de luz y entiendo. Creo. Más o menos.
La figura de Batman, con sus dos bracitos. Perfecta. Sin un rasguño.
Me río.
"Gracias Huguito... fué una buena vida".
Y vuelvo a dormir.
Más o menos.

lunes, 11 de agosto de 2014

Awesome Mix


Ayer, pasado el mediodía, me junté con un amigo.
Nos encontramos ya adentro del bar.
Él ya estaba sentado en la mesa, esperándome.
Me vió y, con una sonrisa, señaló que en mi mejilla había un polvo blanco.
Yo lo miré y le remarqué que tenía un polvo blanco en una de las comisuras del labio.
Se rió, y al toque supe que era falopa.
Me reí y se dío cuenta de que era harina de los ravioles que había cocinado para almorzar.
Nos reímos como dos boludos durante un rato hasta que decidimos que era hora del silencio (casi) incómodo.
La mesa elegida estaba en el centro del bar.
Me sentía raro, pero no se lo dije.
Nos contamos cosas banales de la vida y cosas no tan banales y más aburridas.
Recordamos viejas anécdotas de cuando tocábamos juntos en esa banda que era una mierda, y de cómo (casi) pudimos creer que podíamos lograr algo a través de la música.
Básicamente, hablamos sobre la miseria, (casi) sin decirle miseria.
Él actualmente tiene una banda y sigue tocando algo parecido a la mierda que hacíamos juntos.
Yo (casi) no estoy en ninguna banda.
A veces no nos mirábamos a los ojos cuando aportábamos una falsa conclusión moralista a las anécdotas descontextualizadas de cada uno, pero nos reíamos.
Nos reímos mucho durante esas horas, durante esa tarde.
Me dijo de ir a verlo tocar en vivo esa misma noche.
Le dije que sí, que le mandaba un mensajito cuando estaba en la puerta.
Casi le digo que su banda era una mierda y que no iba a ir porque me daba paja. Casi.
Me dijo que me extrañaba.
Le dije que lo extrañaba.
Los dos estábamos siendo sinceros, pero no estábamos muy seguros de lo que queríamos decir.
Nos saludamos y cada uno volvió a sus cosas.
Yo volví a mi casa que, básicamente, es mi cosa.
Cuando llegué, saludé a mi novia con un beso.
El beso pudo haber estado despojado de muchas cosas capaz... pero fué sincero.
Saqué la guitarra, la afiné, y salí al balcón a tocar ese tema de Alice in Chains... ese, el único que (casi) sé tocar.
El perro apareció en el balcón, también.
Me enojé con él, porque siempre que sale al balcón ladra.
Pero no... no ladró.
Ayer, pasada la tarde, pude tomar mate y tocar la guitarra en el balcón.
Y el perro no ladró. (Casi) nunca ladró.

lunes, 4 de agosto de 2014

Batibatir batiboludeces


Hitler fué un pobre tipo que se dió cuenta de que todos los males del mundo se debían a seres muy parecidos a él pero fundamentalmente inferiores, que llevaban el mundo a destruirse o, peor aún, a un estancamiento de la raza más evolucionada en el planeta (que era la suya propia).

Ahora bien, si usted cambia la palabra "Hitler" por "cualquier idiota con complejo de mártir que cree que todo lo bueno que le pasa es debido únicamente a su esfuerzo y todo lo malo por culpa del resto de los seres humanos (con lo cual se desliga de cualquier responsabilidad ante cada uno de los inconvenientes que pudieran sucederse en su tiempo de existencia)", nos encontraríamos con que hay muchos más Hitler's en el mundo de lo que se piensa.

Si me acompaña a continuar con el experimento y cambiamos este texto por cualquier otro de cualquier red social, nos daríamos cuenta que este rejunte de bits estilizados seguiría sin tener un ápice de importancia o trascendencia.

Entonces, si finalmente llenamos el espacio físico que ocupo yo, el autor de este coso, con cualquiera de todos ustedes, el resultado sería un humano que escribe un texto que yo podría llegar a entender pero de manera arbitraria... cercenando miles de asociaciones internas que me resultarían invisibles pero que para ese ser que está ocupando mi lugar en el universo hubieran sido definitorios y fundacionales para la generación de la idea a transmitir.

De todo esto puedo sacar 2 conclusiones:

1 - Está bueno creerte un milagro si considerás que las condiciones de existencia que nos separan son extremadamente distintas e irracionales y que no va a existir nadie como vos... pero es interesante no olvidar que eso que nos hace especiales también nos vuelve seres tristes y solitarios en una búsqueda constante de absolutos en un universo hecho de relatividades (al menos para los que no se creen (mucho mucho) mejores que el resto).
2 - No hay nada especial en mi análisis basado en mi idiosincracia y mis contextos irreproducibles. Aún así, no me canso de decir siempre lo mismo.
3 - Hitler no tenía razón porque su pensamiento es muy de hippie "salvador del mundo" y los hippies nunca tienen razón.
No, nunca.
4 - No sé contar.

miércoles, 23 de julio de 2014

Eco


Sonaba "Vasoline" en la radio.
Sí, escucho la radio.
No sé si me gusta, pero a veces prefiero no decidir qué es lo que voy a escuchar.
Me gusta el drama de lo desconocido. No en todo, ojo. En la vida, por ejemplo, no. En la música sí porque puedo apagar la radio sino me gusta lo que escucho. Con la vida no puedo hacer eso. Creo.
- Ya sé que eso es lo que pasa... - se paró, corrió la silla, y continuó con su discurso - aunque no sé que ganás con decirme esto. Ya sabés que yo pienso igual que vos, pero son mi familia.
La miré y no supe qué decir, pero aún así dije algo (como casi siempre):
- Para mí que Weiland no es puto. Puede que le guste que le rompan el culo... pero no creo que sea puto.
- ¿De qué hablás? - se sentó de nuevo y miró el piso, como si estuviera buscando alguna respuesta.
Me reí. Miré al suelo yo también. Dejé de reírme.
La miré y le pedí perdón.
Me miró y sonrió. No dijo nada. Se corrió el pelo hacia atrás y se fué a la cocina.
Alejandra es así. Está acostumbrada a mis miserias. Creo que, en el fondo y aunque no lo acepte, le gustan. La hacen sentir más segura.
No, no creo que le gusten mis miserias.
- ¿Qué pensás hacer hoy? - no me miró en ningún momento... hacía algo en la mesada que no podía ver.
- No sé. Me duele un poco la cabeza. Calculo que me voy a quedar en casa.
Tengo que aclarar que no soy un un tipo negativo. Es más, me río mucho. Sobre todo cuando me duele la cabeza.
Me dolía la cabeza.
- ¿Sabés que día es hoy?
- No, ¿que pasa? - si que sabía.
- Hoy es la previa al día del amigo y los chicos se juntan en un bar de San Telmo... ¿venís?
- No.
- ¿Por?
- Porque no tengo ninguna necesidad de viajar hasta un bar a gastar un montón de guita para tomar algo estando incómodo, rodeado de gente horrible y ruido, pudiendo quedarme en casa a hacer lo mismo, pero gastando menos y estando más a gusto.
Salió de la cocina y se acercó a mí. Me miró con la misma cara de desaprobación que siempre antecede al: "pensás las cosas mucho al pedo".
- Los chicos quieren salir.
- Claro.
- ¿Y qué te cuesta?
- Nada. Pero si me voy a juntar por el "día del amigo" no voy a hacer algo que para mí no tenga nada que ver conceptualmente con el día del amigo..
- Los chicos quieren salir, lo sabés. Quieren salir el día del amigo. Y a vos no te cuesta.
- Es verdad, el espíritu del día del amigo es la salida. El espíritu del día del amigo es conocer gente nueva. Gracias por hacerme dar cuenta de que cuando me juntaba con mis amigos a los 10, 12 años en una casa a comer galletitas mientras inventábamos historias y yo despedía lo que estuviera tomando por la nariz de la risa que me daba existir no era una real juntada de día del amigo. Estas lo son. Salgamos así no se producen esos silencios horribles que representan lo distanciados y fuera de sintonía que estamos. Salgamos, que capaz conocemos a alguien y nos divertimos con él.
No me contestó nada.
Se sentó en la mesa a seguir dibujando mientras negaba con la cabeza.
Yo quisiera nuevamente remarcar de manera enfática que no me interesaba salir esa noche.
Me dolía la cabeza.
Me dí vuelta y volví mi vista a la computadora.
Ya había terminado el tema de STP. No sé que estaban pasando ahora. Algo de unos dragones, no sé.
El silencio desatado por ese último monólogo sobre el día del amigo, se interrumpió de repente.
- Te quiero, pero hay cosas que tenés que dejar pasar. Estás estancado en el tiempo. Sos todo el tiempo el pibito que está enojado por haberse convertido en eso que es hoy. Y es su culpa. El pibito debería crecer y aceptar algunas cosas.
No me dí vuelta para contestar.
No contesté.
"Te quiero, pero" es lo único que escuché. Con eso alcanzaba.
Y Weiland no es puto. Puede que le guste chupar pijas, pero no es puto.
Nueva ventana. Twitter.
Una frase ingeniosa. Un chiste muy gracioso. Otro. Que copado todo esto.

martes, 6 de mayo de 2014

Un chiste


Mauro fué a ver al doctor Ramírez por un problema que lo atormentaba.

- Doctor, a veces siento que soy un perro.
- ¿Y esto desde cuándo le pasa?... - mientras lo decía, el doctor se rió confidentemente - ¿desde cachorrito?
- ¿Piensa que esto es un chiste?... usted se va a arrepentir de lo que me acaba de decir.

Y se fué del consultorio con un portazo.
Le tomó tres meses averiguar todos los movimientos de la familia de Ramírez.
Utilizó esta información para secuestrar a la mujer y la hija del doctor.
Las violó y mató para luego bañarse en su sangre.
Se deshizo de los cuerpos guardando sólo los huesos para luego poder enterrarlos en el patio trasero de Ramírez, quien nunca conoció el destino final de su familia y se suicidó luego de 2 meses y medio de ocurridas las desapariciones.

Mauro nunca pudo revertir su psicopatía y sus ataques de ira. Y, si bien tampoco fué encontrado responsable de ninguno de los otros 17 asesinatos que perpetró a lo largo de su vida, debió pasar sus últimos días en un hospital psiquiátrico por no poder superar la necesidad irracional de mear el ceibo de la Plaza de Mayo, justo cuando se celebraba allí un acto oficial del Gobierno Nacional. Ese día, sin querer, fué TT en Argentina: #LocoSimpático.

En el fondo, Mauro también pensaba que era más que una historia, que su experiencia sensorial tenía un significado... pero no, por supuesto que no. Todo fué un chiste de mal gusto. Y parte de la gracia es que nunca se haya dado cuenta.

jueves, 3 de abril de 2014

No voy a pedir perdón


Y una noche me permití la miseria y la mediocridad.
Y una noche no supe como manejar el cinismo.
Y viví. Y Morí. Y decidí que no sabía qué iba a pasar.
Y descubrí que nunca seré tan bueno como debería ser, pero tampoco tan malo como siempre creí que soy.
Estoy desnudo.
Tarde. No hay sentido en lo abstracto.
Me perdí.
Te quiero, pero necesito que seas feliz (necesito).
Cada situación no puede evitar mirarse a sí misma y sentirse ordinaria.
Casualidades, una tras otra.
Dolor, pero del malo (del que no puedo hablar).
Y nunca soñé que era verdad que el mundo sólo es aquello que te toca.
Dolor, pero del que nadie quiere escuchar.
Creo que el juicio no fué necesario.
Quisiera decir que fué mi culpa.
Quisiera decir que no fué la culpa de nadie.
Porque te quiero, pero no existe nada que me devuelva el amor (¿amor?).
Somos polvo de estrellas (pero las estrellas no son mas que cuerpos gaseosos muriendo a miles de kilómetros).
Tengo miedo, y quisiera que eso no me gustara.
Quiero escribir sobre el miedo, pero no.
Quiero cantar sobre el miedo, pero no.
Hoy no me ves morir.
Y quiero creer que una noche me permití sentir pena por mí.
Y quiero creer que una noche supe manejar el Mundo.
Y morí. Y viví.
Por mí.
Sólo por mí.

viernes, 28 de febrero de 2014

Sabrina


Estoy sentada en la escalera y escucho la voz de un hombre que me saluda.
- Hola.
Me volteo y no puedo evitar sentirme, de alguna manera, aliviada. Es un hombre alto, con barba... con un toque tenebroso. Me cae bien. Le devuelvo el saludo.
- Hola.
- Creo que no deberías estar sentada ahí, - señala hacia el salón - para eso hay sillas.
- Sí, perdón. Lo que pasa es que... no, no sé porque estaba sentada acá.
Me paro. Me siento mareada.
Intento recordar lo que tenía que hacer y por qué estaba en la biblioteca, y no puedo. El hombre me ayuda a pararme y me acompaña hasta la sala con las mesas.
En el camino, que parece eterno, me cuenta historias sobre libros extraños y algunas otras cosas que no escucho ya que toda mi atención está puesta en intentar recordar. Comienzo a tener miedo. No puedo evitar preguntarle si me puede decir algo sobre mi situación.
- ¿Usted sabe hace cuánto que llegué?
Hace una pausa. Eleva un poco la mirada y contesta, con un tono pedagógico.
- Es una pregunta muy ambigua.
- ¿Cómo?
- Estás en la biblioteca. Eso es todo lo que pasa.
- Pero es que yo no me acuerdo cómo llegué acá. Perdón, realmente no sé si fué la presión - el hombre, que ahora parecía aún más viejo, destraba una sonrisa - o qué, pero no me acuerdo.
- Es muy probable que si otro te contestara eso que me preguntás, te diría que si estás acá, siempre estuviste acá. Pero yo no te voy a contestar eso... simplemente te voy a decir que te relajes. Tenés tiempo para averiguar todo lo que necesitás, tranquila.
Se hace un silencio. Lo miro.
Dudo. Noto cierto temblor en su voz. Casi como un balbuceo… ¿tiene los labios pintados?
Tengo miedo, pero no puedo desconfiar de él.
- Disculpe, pero no entiendo lo que me está diciendo.
- Casi siempre ustedes, los chicos, piden lo mismo: explicaciones. Pero no son tan simples de dar. Sé que ya lo notaste… a ver, decíme: ¿soy un hombre o una mujer?
- Hombre - cuando termino de decirlo, me doy cuenta que no puedo estar completamente segura. Tiene barba… ¿tiene barba?, ¿qué está pasando?
- Bueno. Tranquila. Vamos.
Quiero correr, escaparme.
Ahora es una mujer, estoy segura. La empujo y busco con la mirada una puerta, necesito salir de acá. Me despego de la vieja que, noto, me quiere calmar. Tengo ganas de vomitar. Me arrodillo. Bajo la mirada. El suelo tiene mucho polvo. No puedo respirar. Vomito.
La señora me acaricia la espalda.
- Calmáte. Ya está. Siempre pasa. Es normal, cálmate.
- Necesito salir, por favor.
- No hay nada afuera.
- ¿Qué es esto?, ¿por qué estoy acá?
- No sé. Nunca nadie lo supo. Puede ser que seas alguien que muere o nace en algún otro lugar. No lo sé. Ninguno de nosotros lo sabe, pero es lo que tenemos. Este lugar. Con historias. Muchas historias, un edificio sin fin lleno de historias. Y a veces aparece gente.
- Pero, no puede ser… ¿y afuera?, ¿nadie salió de acá?
- No.
Mira a la puerta y cierra los ojos.
Puedo notar que nunca escuché nada más que su voz… si hubiera alguien más, se habría acercado cuando grité y vomité. Recuerdo la situación y siento el ácido en la garganta.
- No hay más nadie. Está usted sola.
No puedo explicarlo, pero sé que ella sabe lo que va a pasar. Y yo también.
- Sabe que me voy a ir.
- Se podría decir.
- ¿Está sola, no?
- Se podría decir.
Siento algún tipo de lástima, aunque sé que ella no está triste.
Empiezo a notar que el polvo empieza a convertirse en nostalgia, y no encuentra una mejor forma de describirlo. De repente, me siento con sentido.
- Yo sé que no tengo otra opción, tengo que irme… ¿pero qué es lo que hace usted acá?
- Cada uno tiene un propósito, dicen… dice.
Veo la puerta y sé que tengo que atravesarla. Sé que algo me espera. Quisiera escucharla con atención, pero siento una pulsión interna, como un huracán, que me hecha del edificio.
- Vas a sufrir, y lo sabés. El drama… no podés escapar del drama. Él no es el peor de todos, pero le gusta revolver miserias… y si no, miráme a mí: no podía ser sólo un puente mecánico, un Caronte devaluado... tenía que odiar estar solo e intentar la compañía una y otra vez.
No sé si se achica o es un niño. Siento que pierdo toda perspectiva… ya no sé si estoy en una biblioteca o en una estación de servicio. Recuerdo mi nombre. Todo se vuelve extraño y tangible.
- Me llamo Sabrina, y espero volver a verte.
Lo miro por última vez antes de pasar a través de la puerta… me saluda, mientras dice algo que no entiendo muy bien:
- Tranquila… yo voy a estar acá esperándote. Y sabé que nada es para siempre allá afuera… todos vuelven.

jueves, 20 de febrero de 2014

Un cuento de mierda


"¿Qué calor, eh?" - le digo a la mina que tengo sentada a mi lado. El problema es que, no sé por qué, mi mirada estaba trabada en un punto y cuando ella se da vuelta para contestarme, sus muy bien formadas tetas se cruzan en mi campo visual defectuoso. Me doy cuenta y ejecuto una especie de espasmo, mientras abro y cierro los ojos.
La mina me mira de arriba a abajo. Asco le doy, lo sé. Pero me contesta:
- ¿Sí?
- No, que decía que qué calor hace acá.
- Ah, sí. - y vuelve a mirar para adelante.
Desearía no haber dicho nada, pero hace 10 minutos que esperaba a Sebastián en la recepción de la biblioteca, y no sé muy bien por qué, pero me estaba ahogando. Soy un pelotudo. Soy un pelotudo grande. Lo único que falta es que sea la mamá de algún compañero de Seba. Un pelotudo.
- Igual, todo bien. - le digo muy bajito. Casi susurrando.
Me transpira la mano. Soy un pelotudo.
- ¿Cómo?
- Que todo bien... que era para charlar nomás. Digo, por lo del calor y eso.
- Sí, ya sé. Hace calor.
Calor.
Me molesta mucho esta situación.
No puedo quedar como un pajero, así, gratis.
Mirá que sabía lo de la presión ocular y eso... y no quise ir al oftalmólogo. No puedo ser tan pendejo.
Tengo que insistir:
- Perdón que te joda...
Me mira. Está hinchada las pelotas mal.
- Decíme.
- Perdoná, pasa que, o sea... yo te dije eso para charlar, pero no quiero que pienses que te quise molestar con alguna cosa mas allá.
- A ver... pará, ¿qué cosa? - sabe lo que voy a decir. Piensa que soy un boludo.
- No, es que me miraste y justo yo estaba mirando un libro, y no quiero que...
- Me estabas mirando las tetas.
Por el amor de Dios. No pensé que me lo podía decir así nomás.
- No, no... es que había un libro ahí, justo y...
- Sí, bueno, está bien. Todo bien
Mientras se da vuelta la cabeza, la veo de costado hacer una mueca: se estaba riendo. Es una hija de puta. Lo está disfrutando.
- Che, disculpá... es la última.
- Dale, en serio... todo bien.
- No, es que yo estoy esperando a mi hijo acá y, en serio, fué desafortunado el cruce... yo sé que parece eso, pero es que no...
- Mirá, está todo bien. No te preocupés, ya está. Tampoco es para tanto... sos hombre.
"Sos hombre": sos básico. No me puede decir eso.
- No, mirá, en serio que no pasó eso... - dudo en decirlo, pero es que si no tiro algo medianamente inteligente, me tengo que ir a esperar a Seba a la calle - lo único que me dejó mi viejo fué la necesidad de ser un buen tipo. No quise mirarte nada.
Me mira. Frunce el entrecejo.
- ¿Así que serías un mal tipo si me miraras las tetas?
- No, lo que digo es que, que se yo... como que no está bien. Lo de la cosificación y eso.
- Ah, mirá - y se ríe.
Estoy recontra jugado y ya no me importa, me está boludeando hace 10 minutos... yo se lo digo.
- ¿Te puedo preguntar si a todos les hablás con la misma soberbia?
Me mira de nuevo, de arriba a abajo. Y las manos me transpiran cada vez más.
- ¿Sabés lo que pasa?, que yo sé que no me quisiste levantar, que me quisiste mirar las tetas nada más. ¿Sabés la cantidad de veces que me pasa eso?... claro, yo no soy de esas minas que los enamoran: sutiles, con un aire culto, delicadas... a mí me miran las tetas y si pueden me cogen, pero hasta ahí. Yo ya conocí a varios como vos.
Miro el reloj. Faltan 5 minutos para que Seba termine.
- No, me parece que te equivocás.
- Puede ser.
- No sabés ni como me llamo y ya te doy asco.
- ¿Cómo te llamás?
- Mauro.
- ¿Ya está?, ¿ahora si puedo pensar lo que quiero?
- Yo no te hice nada.
- No, me miraste las tetas descaradamente y no te hacés cargo. Eso nada más.
- Mirá... - pongo la voz más grave sin querer - yo no me voy a hacer cargo de algo que no hice. Te pido disculpas si te ofendí, en serio. ¿Podemos arrancar de nuevo?
- No quiero arrancar nada. En 5 minutos sale mi sobrino y me voy. Tranquilo. Todo bien.
No puedo parar. Necesito que me entienda, y ya no sé para qué.
- ¿Sabés que todo esto es un problema cultural, no?, ¿que no deberíamos estar tan acomplejados?
- Estoy a punto de pararme e irme a la mierda, me tenés podrido - pero no atinó a pararse.
- Esperá... ¿de qué trabajás?
- ¿Vos esperás que te diga de qué trabajo?, ¿en serio?
- Sí. En serio.
- ¿Estamos en confianza, no?... tenés más cara de boludo que de pervertido, así que te voy a contar: soy maestra jardinera.
Algo cambió. No sé que fué. Pero me está mirando distinto.
No me molesta que me haya dicho boludo.
- Yo soy escritor - lo digo casi con orgullo. Me toco el pecho... ¿por qué me toco el pecho? - y me resulta mucho más fácil escribir una historia pensando en la contrapartida del protagonista si es mujer.
- Y eso debería hacer que yo...
Alguien que me pare.
- Me gusta escribir con villanas - digo villanas - porque siento que no puedo encasillarlas... yo odio mucho a los hombres. Pero a las mujeres no. No te miré las tetas. No sé qué quise decir.
- Claro, y tenés 15 años - yo sé que suena mal, pero me está escuchando. Y con atención. Está haciendo chistes.
- Sí. No. Lo que quiero decir es que no te miraría las tetas. O sí. Pero si lo hiciera te lo diría. En serio. Pero no me gusta quedar como un pajero cuando no lo soy. O sí.
Se ríe. De nuevo.
La miro. No era linda. Para nada. O sí. No sé. Desde lo de Ana que no estoy con alguien.
Es linda. Y tiene unas tetas hermosas.
- ¿Vas a escribir un cuento donde tu protagonista se enfrente a una mujer histérica?
- ¿Ya estamos en confianza, no?... ¿tanto te molestaría ser un poco menos peleadora?
- ¿En serio tenés un hijo?
- Sí, ¿por?
- Hablás como si todavía fueras el hijo de alguien... no, mentira, disculpá.
Dice disculpá. Me pide disculpas.
- No, me lo merezco. No importa.
- Está bien... ¿y qué?, ¿ya está?... ¿y ahora qué?, ¿vas a escribir un cuento con esto?... ya tenés a la contrapartida de la historia, ¿o no?
- Puede ser. Pero no tendría mucho sentido. Sería un cuento de mierda.
- Si esto fuera un cuento de mierda, me estarías diciendo de tomar un café, boludo. Ah, Sabrina, tu villana se llama Sabrina.
Me quiero matar. Me apuró. Y yo no me acuerdo como era que se contestaba de manera canchera. Mierda.
Las manos me dejan de transpirar. Me acomodo en la silla. La miro. Me mira. Y se ríe.
Le contesto lo único que puedo:
- Si esto fuera un cuento de mierda. Ja.

jueves, 2 de enero de 2014

Post 111

Y si siento frío después de coger, no significa que no te quiera.
No puedo dormir. Y no es porque pase algo fuera de lo habitual. Tengo pedos. Nada más.
No hay solución a muchas cosas, pero no puedo dejar que fluya. Ya no.
Me tiro un pedo.
Y necesito.
Si lo pienso bien, no debería haber nada mas placentero que hacer lo que escapa a la reflexión secundaria y, aún así, algo pasa.
Necesito. No te enojes. Necesito.
¿Por qué?
La empatía es el concepto mas sobrevalorado de esta generación. Y narcisista. Igual que eso de la luz... aguante la no-iluminación. Me gusta ese concepto. La no-iluminación. La violencia. Todo es violencia.
En el baño hace calor. Se me pega el culo al inodoro. Transpiro.
Nunca voy a poder volver a la casa. Así no.
¿Qué casa?.
Cama, quise decir cama.
Todo brilla. Extrañamente, todo brilla.
¿Qué pasa?
Estoy brillando. Y hay gente que no se puede tirar un pedo. Y esto es en serio. Lo leí en un foro de mujeres. Me gusta saber como piensan. Son raras. Son absolutas.
Hay algo extraño en la no-comunicación entre el hombre y la mujer.
Me daría lástima el sexo, si hubiera un infierno debajo nuestro.
Si nadie te pregunta por qué te reís, te reís igual. Eso es porque está bien. Reírse. Es fácil.
Yo no te voy a preguntar nada, aunque me importe. Y vos no me vas a preguntar a mí.
Ya sé que hablo como si tuviera algo para decir, pero no.
Bah, tengo mucho para decirte. A vos. En general, la verdad es que no.
Cuantos pedos que tengo.
Ayer ví un video de T.A.T.U., y me dí lástima. Hoy.
No está mal la prostitución, pero no está bien hacer como que no pasa nada. Con nada.
Algo tiene que pasar, sino... si. No.
Sino, no hay niveles. Y entonces no hay juego.
¿Ya uno no se puede sentar en el bidet sin tener que contar el tiempo que tarda?
No sé que pasa. No tengo sueño.
Tengo sueño.
¿Es un juego?
No estoy desvelado. Es que no puedo dormir.
Caca.
Hacer el amor me pone así. Me da ganas de hacer cosas.
¿Amor?
Terminé.
No puedo evitar que lo que hago sea despreciado. O apreciado. Y al final, nunca cumple su objetivo.
Todo lo devora. Todo.
Tengo frío. Y no es tu culpa. Nunca es tu culpa.
Me gustaría pensar que es un hoyo que atraviesa la tierra y la mierda nos conecta a todos en una espiral de miserias. Pero no. Seguro es una canción, que alguien que no soy yo, ya escribió. Mañana.
Todo gira. Y termina en el mismo lugar.
Y todo es una canción. De repente, todo es una canción. O un chiste. Lo dejo a tu criterio.
La cultura es un chiste. Sin remate.

XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.