martes, 20 de diciembre de 2016

Coca Cola es mi pastor y nada me faltará



Películas que no voy a escribir nunca (salvo que Judd Apatow me conteste los mensajes de Facebook):

-Una película sobre un tipo de 30 y pico, programador, con problemas para relacionarse con las personas (sobre todo porque se siente usado todo el tiempo pero no encuentra motivación en las personas buenas que lo quieren "bien"), descubre que su mujer le contagió sida y que lo engaña desde hace 5 años. La deja, y sin decir nada agarra todos sus ahorros y se va a dar vueltas por el mundo jugando torneos de MTG. Hace nuevos amigos y se relaciona con gente mucho más joven que lo hace pensar en las decisiones que tomó durante su vida. Redescubre lo que es el proceso de conocer a alguien, pero su momento no le permite enamorarse, no logra conectarse (aunque la mina que conoce está re buena (estaba pensando en Alexandra Daddario: la típica piba que te podés encontrar en los torneos de Magic)). Esto lo lleva a darse cuenta de que toda la mierda que le pasó no es su responsabilidad pero eso no tiene nada que ver con el hecho de que es una mierda vivir odiando. Por eso vuelve a su casa para perdonarla, se entera que su ex-mujer acaba de morir. Asiste al velorio y todos sus ex-allegados lo basurean y echan del lugar. A las dos semanas, ya vuelto a laburar en el lugar del cual había renunciado (pero ahora por la mitad de la guita), se entera de que el examen de VIH estaba errado y él no estaba enfermo. Al poco tiempo se olvida de todo lo que aprendió y vuelve a ser el pelotudo de siempre.

-Resulta que Marcos (Adam Sandler o Ricky Gervais o Adrián Suar), un tipo de unos 40, divorciado, sin hijos, típico administrativo triste y boludón con problemas existenciales que sólo se puede permitir alguien que fue criado por unos padres con discurso progre y billetera abultada, va por la ruta 2 y ve un perrito vagando por la banquina. Se pasa unos metros. Piensa, duda. Decide levantarlo. Dobla en "u" rápidamente y se lleva puesto otro perro que aparece de la nada. Marcos baja del auto y confirma que el animal está muerto. El perrito que había decidido levantar corre a su lado. Observa la escena cuasi dantesca por unos segundos, levanta al cachorrito (al perro vivo), se sube al auto y retoma su camino. A la mañana siguiente se da cuenta de que el perrito habla. Es más: el animal no sólo habla sino que es la reencarnación del perro que mató, que a su vez era la reencarnación de Cameron Díaz (en el universo donde se desarrolla la película no existe el cine ni las estrellas de cine). La voz del perro que era Cameron Díaz la hace Anna Kendrick. Marcos se enamora del perro y se quiere casar con él. Todos lo tildan de loco, no lo entienden (cabe aclarar que debido a que no existe Hollywood en el universo de esta película, nadie sabe cómo es el amor, nadie lo entiende... todo es extremadamente racional). Todo termina en un juicio donde nuestro protagonista cae en la cuenta de que es un personaje de ficción y está siendo interpretado por Adam Sandler (o Ricky Gervais (o Adrián Suar)): la película se vuelve extremadamente meta y termina con Marquitos mirando el cielo, siendo testigo de la muerte de la ilusión del libre albedrío.

4 comentarios:

psycodeathlic dijo...

El mejor cine de los últimos tiempos... Ya estoy escuchando como viene Walter Disney a comprarte los derechos y convertir a Marcos en un muñeco de Mc Donalds.

Natalia Maggi dijo...

Hola, leí un comentario tuyo en mi blog "Gracias por escribir... me llega mucho en serio. Gracias."
Graias a vos por leer, gracias!!

Ramiro Salvati dijo...

Después de ver la primera película, salgo del cine (o apago netflix) y me voy satisfecho a casa pensando que siempre, pero siempre la vida puede ser peor, y que el positivismo que le encuentro a la primer historia me hace un tipo mejor por la siguiente primer hora. Cuando me baja el entusiasmo vuelvo a entrar al cine (o prendo netflix) y veo la segunda! y me quedo tranquilo con la siguiente reflexión: la marturbación esta bien! Capo Dani!

María Font dijo...

Jajajaaajjaaj

XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.