miércoles, 15 de abril de 2015

Voto pop a los 85


Fuí al médico y llegué 10 minutos antes del turno.
Estaba esperando en el hall de entrada para sacar un bono cuando creí escuchar mi nombre de la boca de una mujer. Caminé hacia la zona de los consultorios y vi a una doctora (una señora mayor en un guardapolvo blanco), que al notar que me acercaba me miró (con algo de desprecio) y dijo:

-Venga... ya son las 5.
-Perdón, es que estaba esperando para sacar el bono... - le contesté, de manera extremadamente forma.
-Después lo hace. Venga, pase.
-Bueno.

Luego de esa mínima charla introductoria, la seguí hasta su consultorio y se dió una conversación más o menos así:

-Siéntese.
-...
-Sí. Dígame.
-Bueno, yo venía porque estoy teniendo dolores de cabeza muy seguidos... cada 2 días, más o menos.
-Sí.
-Ayer, por ejemplo, estuve con dolores... y lo único que me lo saca es el Migral. O sea... yo tomo Migral y se me pasa, pero me dijeron que no tengo que tomar eso porque hace mal al estómago y, bueno... no sé. Quisiera saber qué puede ser.
-...
-Yo vine acá, no sé si me atendió usted, y me mandaron a hacer unos anteojos, porque una de las teorías era que este tema de los dolores fuera por estar trabajando todo el día con la computadora. Y yo tengo una pequeña deficiencia en el ojo izquierdo.
-Bueno.
-También ando sintiéndome mal del estómago. No sé si es por los analgésicos... además yo no como mucho como para andar tan mal. No desayuno, y a veces no ceno. A veces me como una fruta...
-Ese sobrepeso que tiene usted no se logra con una fruta, discúlpeme.
-Bueno... obvio. Como mal. Pero no creo comer tanto como para estar así.
-...
-Hago deporte tres veces por semana...
-¿Qué hace?
-Juego al fútbol 2 veces por semana y una vez al paddle.
-¿Juega?
-Sí, juego... ¿por qué vendría hasta acá para mentirle?
-¿Hace dieta?
-No. No hago.
-Ajá... ¿y cuál es su horario laboral?
-¿Horario?
-Sí... horario. ¿Me entiende?
-De 9 a 4.
-Ah, entonces tiene tiempo para hacer deporte.
-Sí, por eso lo hago.
-¿Fuma?
-No.
-¿Drogas?
-No.
-¿Nada?... ¿marihuana?, ¿cocaína?
-No. Nada.
-¿Extasis?
-No.
-¿Seguro?
-Sí.
-¿Dieta no, no?
-No.
-¿LSD?
-No. Nada...
-¿Dónde nació?
-¿Dónde nací?... en Bernal. Pero viví en Wilde toda mi vida.
-¿Y sus padres?
-También. Son de Avellaneda.
-¿Abuelos?
-Salvo una de mis abuelas, el resto son argentinos. También vivieron en Avellaneda. Algunos en Dock Sud, otros en...
-Bueno. Se va a hacer unos estudios y cuando los tenga vuelve y los vemos.
-Ah, le comento, por las dudas... yo tengo historial de tiroides en la familia...
-Sí, ese estudio se pide siempre que hay sobrepeso de por medio.
-Bueno. Igual, yo venía más que nada por el tema de la cabeza.
-Hágase estos estudios, vuelva, y lo charlamos.
-Está bien... pero yo quisiera solucionar el tema de la cabeza antes.
-Venga cuando se haya hecho los estudios.
-...
-¿Algo más?
-¿Cómo hago con el bono?
-Sáquelo y déjeselo ahí, a los chicos de las computadoras.
-Chau, hasta luego. Gracias.

Salí del consultorio y mientras estaba pagando el bono (que me costó $10) lo ví a Orlando Barone esperando para sacar un turno y lo saludé con la mano.
Me devolvió el saludo.
Me fuí del sanatorio sintiendo un poco de pena por ese viejito de mierda que aparece en la tele.

martes, 7 de abril de 2015

Chistes que no hacen reír (porque intento suplantar la falta de talento con una insoportable necesidad de atención (y eso no tiene nada de gracioso))


Entran un argentino, un gallego y un judío a un bar.
El judío entra primero y los otros dos cruzan la puerta detrás de él, conversando.
El argentino, con cierta moderación, continúa con su argumentación:

-Yo te entiendo, pero... ¿sabés lo que pasa?, no creo que la identidad futbolística tenga sentido fuera del ámbito deportivo. Y no lo digo para sentirme más que las personas que disfrutan del fútbol, porque yo también siento pertenencia por cosas que me hacen analizar el mundo en términos absolutos, pero... bueno, no creo que ese conjunto de abstracciones sea algo lo suficientemente "real" como para enorgullecer a todo un país.

-Bueno, tío... disiento con algunos de vuestros puntos pero creo que en el análisis general estamos de acuerdo. Aunque, siendo sincero, vuestra necesidad de crear de cada tema de conversación una tesis me resulta más interesante que el fútbol y su lugar en la cultura.

El argentino esboza una sonrisa y palmea al gallego en la espalda.
El judío, a unos metros de ellos y ya sobre la barra, les llama la atención:

-Muchachos, digan qué quieren tomar. Yo invito.

Un tiburón blanco salta desde la barra y devora al judío, al gallego y al argentino (en ese orden) y luego se retira del bar silbando "Everybody hurts".

***

-Nunca me cogería una mina que estuviera re buena si sólo le interesara mi status de rockero famoso. Eso si fuera un rockero o famoso, cosa que no pasaría nunca porque no me gusta la fama: creo que es una cagada caer en la mediocridad que significa crear arte para un público general y ganar dinero con la repetición de estructuras... no habría ruptura, no habría violencia en lo que hago. Ojo, igual tampoco creo estar empatizando con el rock o con la contracultura que tiene asociada. Creo que estoy viejo para esa carga de rebeldía impostada. De cualquier manera, empiezo a darme cuenta de que estoy viejo para muchas cosas. Inclusive, a veces, hasta para coger.

-Lo entiendo... ¿ya eligió el juguete para la "Cajita Feliz" del nene?

***

Mi casa, mis paredes, mis columnas (no pienso), la sorpresa en el espejo, mi mujer (las mujeres), mis viejos, el laburo, mis aspiraciones, la falta de aspiración (la inspiración), lo que me gusta, lo que desearía que me guste (esclavo de la biología), la gente como algo abstracto, mis amigos, los amigos de mis amigos, la gente que me mostró lo que no quería ver (no me dejen solo), la gente como una cosa, yo como una cosa, estar conmigo, no estar con nadie, pensar en alguien (el horrible hedor que genera el reinicio perpetuo).

Un chiste que perdió la gracia (aunque, capaz, en realidad, nunca la tuvo).

lunes, 6 de abril de 2015

La felicidad


Me gusta escribir.
Me gustan muchas cosas... y una de ellas es escribir.
Nunca le dediqué el tiempo necesario a aprender a hacer "bien" las cosas que me gustan, porque siempre hubo un plan B (brindando seguridad y estabilidad a la cosa), que en muy poco tiempo se convertía en plan A y hacía evolucionar al anterior plan A en un pasatiempo.
Está a punto de llover.
Es domingo. Es temprano. Suena Toxica, de Babasónicos.
Me gusta escribir y casi siempre escribo de lo mismo (hoy no va a ser la excepción).
Cuando no escribo sobre mí, escribo sobre lo que me gusta, me inquieta o me interpela (básicamente, siempre escribo de mí).
Me gusta sentir que me leen. Ya sé que normalmente digo lo contrario, pero cuando alguien me lee me siento un poco menos solo.
No, no es emo. Es muy normal (humano) sentirse solo (bueno... puede ser un poco emo).
Me gusta usar paréntesis, por eso los uso.
Escribo sobre mis caprichos, de manera caprichosa, y por eso hoy voy a contar la historia de dos parlantes que hace mucho están conmigo (sí: dos parlantes).

Hace mucho tiempo fuí un pibe de 17.
Sí, es un capricho, pero voy a arrancar la historia a los 17 años (bueno... mitad capricho, mitad no me acuerdo más para atrás (mitad "lo anterior existe sólo para ser analizado por un profesional")).
A ese pibe que fuí le gustaba el rock. No sabía por qué, pero le gustaba (podía estar horas discutiendo cosas como: "¿quién es más duro?: ¿Kurt Cobain o Rob Halford?").
Podría decir que le gustaba la música, pero estaría mintiendo.
Ese pibe de 17 fué el que empezó a salir con mi señora.
Le gustaba el rock, y por eso no sabía tocar ningún instrumento. Aún así, terminó en una banda, llenando el vacío de un pibe-no-tan-pibe que dejó la música porque se hizo policía (la historia de él es seguramente más dramática e interesante que la de estos parlantes, pero este es mi blog y... bueno... me lo cojo cuando quiero). Yo/el pibe de 17 se hizo cantante sin saber un ápice de música.
Sí... es probable que pase de la primera persona a la tercera.
Sí: no sé escribir. Es por eso que me confundo los tiempos verbales y las personas. Es por eso.
A todo esto, el pibe de 17 cumplió 18, y después 19. Durante ese tiempo quiso aprender música pero no pudo: era vago. Y, además, le gustaba el rock... no la música. Y el rock no se aprende, dicen.
Se recibió como pudo. Se convirtió en un papel con muchos números: "Técnico aviónico", decía el papel.
Buscó trabajo y consiguió. Fábricas, reparaciones de fotocopiadoras... cosas de esas. Nunca cosas "aviónicas". Sí muchos ensayos y algunos recitales en vivo dónde perdía plata pero ganaba eso que le gustaba, aunque a veces no se acordara muy bien qué era.

Un mediodía en un taller en la calle Tacuarí, donde laburaba el pibe (que ya tenía 20 (o 21)), mientras discutía con su mejor amigo por teléfono por una boludez (siempre son boludeces, aunque eso no significa que no sean importantes), le presentaron a una de las personas más odiosas que se cruzaron en su camino. Era un flaco nuevo, un pibe más joven que él que, según su jefe, prometía un montón. Hoy puedo aceptar muy tranquilo que el tipo podía ser irritable, pero muy inteligente.
En ese momento, los ensayos con la banda se hacían en la casa de los hermanos González, en Solano. Era un paso muy importante para la banda poder separar las voces de la guitarra. Físicamente. Pasarlas por otros equipos (¿se entiende la marginalidad?). Y este pibe, el compañero nuevo, era DJ. Hacía parlantes y cosas de esas, así que le pedí una potencia y unos parlantes (150W x 2).

Fué una linda época. Todo sonaba lindo. Hasta que dejó de sonar. Hasta que el pibe (ya seguro de 23) perdió amigos, banda, laburo... y cosas de esas. Y mudó la potencia y las cajas (y el carácter) a la casa de un amigo (no tenía lugar en mi casa (no todavía)).
Al poco tiempo empezó a tocar en otra banda. Eso lo llevó a conocer un montón de buena gente y otro montón de gente de mierda. Pero sobre todo conoció gente.
Se casó (con una mujer que no merecía, pero a fin de cuentas él no merecía a nadie, así que, bueno... eso) y compuso las mejores letras de su vida. Tuvo la mejor banda del Mundo.
Hizo cosas. Un montón. O sea... aprendió un oficio (que nada tenia que ver con lo que quería hacer realmente (o sí, pero porque capaz le daba verguenza aceptar que prefería ser un intrascendente antes que fracasar)), aprendió a tocar la guitarra (más o menos (menos que más)) y al tiempo intentó poner una sala de ensayo con un amigo.
Sus parlantes sonaban en su sala de ensayo. Su voz (gritos (cosas)) volvía a salir por esas cajas. Pero la pelotudez duró poco: fracasó (y tuvo sentido... tuvo todo el sentido (porque a él le gustaba el rock (él no podía hacer otra cosa salvo fracasar))).

Es difícil hacerse cargo de las subjetividades ajenas.

Tuvo otras bandas. Ensayó en otras casas, en otras salas. Disfrutaba.
Los parlantes y la potencia seguían sonando, pero cada vez costaba más prenderlas.
Hasta ayer.
Ayer las cajas llegaron a casa.
Ayer colgó los botines.
Ayer creó una nueva excusa y la rodeó de un montón de mierda para hacer de cuenta que se daba cuenta de que es un tipo sin talento, al que le gustan las cosas pero no se banca la pelusa (es difícil hacerse cargo de las subjetividades ajenas).
Ayer dejó un par de cosas en el camino, pero lo importante es que me trajo las cajas a casa.
Ayer, sábado, conecté los parlantes gigantes a la consola potenciada y ésta última a la PC. Puse un disco (no me acuerdo cuál era) y lo escuché: Nunca pensé que estas cajas podían sonar tan bien. Nunca habían sonado tan bien.

Es domingo, son 9:16 de la mañana, y estoy a punto de poner un disco de Baroness (es una especie de stoner-rock con onda (me gustan mucho)).
Me gusta escribir (aunque no lo sepa hacer). Ah, y me gusta leer.
Me gustan los comics (otro día capaz que uso algo de su simbología para descargar alguna frustración, pero por hoy creo que ya estoy hecho).

Upa... se largó a llover.
Ah, me olvidaba: gracias.

XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.