Creamos estatuas para embellecer la realidad... pintamos caras que nunca existieron para castigarlas, simplemente, por nunca haber existido. Te escribimos a vos, aunque pienses que no. O escribimos para nosotros. Pero lo importante es que escribimos porque nos duele. Hay un mundo... adentro y afuera. Y duele. Es todo circular y cruel. Tan cruel como le permitimos ser. La diferencias y el mensaje... mi mundo y el tuyo.
Y a veces todo es tan complejo... conceptos que chocan unos contra otros: la furia en la pasividad. Y duele. Brazos entumecidos y manos atrofiadas... ojos que no quieren verse las caras... cuerpos mediocres cansados de estar cansados.
No queremos enamorarnos de nuestras miserias... no pretendemos que lo hagas vos tampoco. No queremos pintar al mundo de colores brillosos (o grises)... no queremos embellecerlo o ensuciarlo. No queremos contarle un cuento y esperar sentados a su lado hasta que se quede dormido (o despierte). Pero es lo que nos sale. Y duele.
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