Nos encontramos ya adentro del bar.
Él ya estaba sentado en la mesa, esperándome.
Me vió y, con una sonrisa, señaló que en mi mejilla había un polvo blanco.
Yo lo miré y le remarqué que tenía un polvo blanco en una de las comisuras del labio.
Se rió, y al toque supe que era falopa.
Me reí y se dío cuenta de que era harina de los ravioles que había cocinado para almorzar.
Nos reímos como dos boludos durante un rato hasta que decidimos que era hora del silencio (casi) incómodo.
La mesa elegida estaba en el centro del bar.
Me sentía raro, pero no se lo dije.
Nos contamos cosas banales de la vida y cosas no tan banales y más aburridas.
Recordamos viejas anécdotas de cuando tocábamos juntos en esa banda que era una mierda, y de cómo (casi) pudimos creer que podíamos lograr algo a través de la música.
Básicamente, hablamos sobre la miseria, (casi) sin decirle miseria.
Él actualmente tiene una banda y sigue tocando algo parecido a la mierda que hacíamos juntos.
Yo (casi) no estoy en ninguna banda.
Yo (casi) no estoy en ninguna banda.
A veces no nos mirábamos a los ojos cuando aportábamos una falsa conclusión moralista a las anécdotas descontextualizadas de cada uno, pero nos reíamos.
Nos reímos mucho durante esas horas, durante esa tarde.
Me dijo de ir a verlo tocar en vivo esa misma noche.
Le dije que sí, que le mandaba un mensajito cuando estaba en la puerta.
Casi le digo que su banda era una mierda y que no iba a ir porque me daba paja. Casi.
Me dijo que me extrañaba.
Le dije que lo extrañaba.
Los dos estábamos siendo sinceros, pero no estábamos muy seguros de lo que queríamos decir.
Nos saludamos y cada uno volvió a sus cosas.
Yo volví a mi casa que, básicamente, es mi cosa.
Cuando llegué, saludé a mi novia con un beso.
El beso pudo haber estado despojado de muchas cosas capaz... pero fué sincero.
Saqué la guitarra, la afiné, y salí al balcón a tocar ese tema de Alice in Chains... ese, el único que (casi) sé tocar.
El perro apareció en el balcón, también.
Me enojé con él, porque siempre que sale al balcón ladra.
Pero no... no ladró.
Ayer, pasada la tarde, pude tomar mate y tocar la guitarra en el balcón.
Y el perro no ladró. (Casi) nunca ladró.
Nos reímos mucho durante esas horas, durante esa tarde.
Me dijo de ir a verlo tocar en vivo esa misma noche.
Le dije que sí, que le mandaba un mensajito cuando estaba en la puerta.
Casi le digo que su banda era una mierda y que no iba a ir porque me daba paja. Casi.
Me dijo que me extrañaba.
Le dije que lo extrañaba.
Los dos estábamos siendo sinceros, pero no estábamos muy seguros de lo que queríamos decir.
Nos saludamos y cada uno volvió a sus cosas.
Yo volví a mi casa que, básicamente, es mi cosa.
Cuando llegué, saludé a mi novia con un beso.
El beso pudo haber estado despojado de muchas cosas capaz... pero fué sincero.
Saqué la guitarra, la afiné, y salí al balcón a tocar ese tema de Alice in Chains... ese, el único que (casi) sé tocar.
El perro apareció en el balcón, también.
Me enojé con él, porque siempre que sale al balcón ladra.
Pero no... no ladró.
Ayer, pasada la tarde, pude tomar mate y tocar la guitarra en el balcón.
Y el perro no ladró. (Casi) nunca ladró.