lunes, 14 de enero de 2013

Salud, dinero y amor (discurso marxista)



"Despertáte", gritaban inocentemente los rayos del sol que entraban por las endijas de la ventana.
Duele ver la luz de frente, terminar de abrir los ojos: es que me acosté temprano porque me dolía mucho la cabeza. Me dolía tanto que puteé al universo y a mis viejos como hace años no lo hacía... esa fué la noche de una mañana de domingo adolescente, como hace días no tenía. Sin resaca.
La gárgola gris sobre la biblioteca me devuelve la mirada y, cansada e imperativa, señala el camino al éxito. No hago caso y, en cambio, prendo la computadora y comienzo a escribir.
Las ideas rodean típicos tópicos (un lindo juego de palabras): soledad y domingo. Y escribir sobre escribir.
Me levanto y acerco a la ventana para buscar ese algo que enfoque la mirada y defina el concepto.
Noto el cambio, la transición: las luces de la calle se comienzan a apagar, una a una. Igual que la gente que va y viene por la avenida.
Hay un momento durante la mañana donde existe un recambio natural... donde los individuos que disfrutaron de la noche volvieron a sus nidos y los que le deben al día, aún no emprendieron el viaje. Es un nada despreciable momento para disfrutar con una ventana grande y un café ya tibio.
Los sonidos desaparecen: los gritos de las minitas desesperadas y borrachas se funden con los pasos de los caballos de la gente que sale a "reciclar". Los beats mega-graves y los acordeones se pierden en el horizonte musical (que en realidad parece ser Lanús-Oeste). Y los ruidos de motores subdesarrollados, las derrapadas y los botellazos se vuelven un cuento surrealista que tal vez nunca existió.
La calle de repente queda vacía. Nada interesante parece suceder afuera y eso me obliga a mirar hacia adentro: un hogar... igualmente vacío. Sólo los gatos que están retenidos en contra de su voluntad se acercan a pedir comida... y no les doy nada porque me gusta ser el centro de atención.
A mi alrededor hay demasiados comics e insuficientes libros... nada de gente y poco de vida. Siempre supe que esta mañana iba a llegar: la gente se va... la gente se esconde detrás de sus vidas y yo dejo de formar parte de ellas: los amigos, los amantes, la familia... no son eternos ni incondicionales. Y hasta hoy no me había dado cuenta. 
Todos somos momentos.
Puedo sentir el movimiento de las hojas, la necesidad de mirar por la ventana y encontrar el patrón, ese mensaje oculto que de a poco se vuelve revelador e indescriptible. Que se yo... debe haber algo ahí, atrás de toda relación, de todo cambio... de toda lectura, de toda vida. De todo desierto. 
El café cada vez está mas frío y me cuesta pensar el "como sería" si nunca hubiera sido así... así como es ahora. Tal vez esto no sea mas que un recambio... como toda mañana de domingo, con todo ese revuelo de hormonas seguido de una natural toma de responsabilidad y sacrificio bíblico. Como un desayuno frío y una necesaria visita al supermercado (con un poco de resaca solitaria), que a todas las luces parecen ser el medio transitorio entre épica y épica. Será cuestión de esperar el lunes con dignidad y con él, la promesa de posibilidades que encierra el viernes. Será cuestión de, de a poco, madurar. Y comprar un kilo de filet de merluza y algunas cervezas para aguantar.
Lo único que me gustaría decir es que, si bien todo cambia y una cosa solo puede llevar a otra, ustedes, gente (linda y fea), nunca pasaron al pedo.
Un escalofrío recorre mi espalda. Y todo fluye.
Gracias y perdón, en serio, a todos.

6 comentarios:

HANK dijo...

El café cada vez está mas frío y me cuesta pensar el "como sería" si nunca hubiera sido así... así como es ahora.

todos somos momentos... a veces lamento ser solo un momento (al igual que lamento que otras cosas lo sean u otras personas, ¿Alguien lamentara que yo sea un momento?)

Gorda Iteración dijo...

Si... yo lamento eso, boludo. Yo.

Anónimo dijo...

Por ahí suena triste decir que las personas somos momentos... pero yo estoy feliz de haber sido un punto en esa linea de tiempo que te enseñaron a hacer en la escuela... posta...
Fuí algo digno de recordar... (carita feliz... yo tampoco me acuerdo cómo se hace...)

Anónimo dijo...

q u é g e n i a l t e x t o
aplausos
me quedé con intriga, es la primera vez que leo este blog (muy bueno también el de "michel" y alejandro y etc) y no me quedó claro lo del cambio, lo del perdón a todos. lo interpreté como alguien que se va, se fuga y se queda solo, pero como se queda solo no puede salir los sábados porque tiene que trabajar, en fin, es una decisión suya. no sé, muy bueno todo todo

Anónimo dijo...

igual cuando digo decisión suya digo decisión tuya, creo

Gorda Iteración dijo...

El texto es confuso. Lo sé. La idea era que fuera una simple carta a "todos", desde la soledad.
Es muy común, o lo fué para mí, encontrarme con que en cada momento donde me descubrí solo, heché la culpa hacia afuera... hacia los que no estaban ahí conmigo. Y lo que me interesaba decir es que, en vez de disculparlos por no estar (como escribí en otros textos), me quedo con los momentos compartidos, y les pido perdón por las cosas que hice que los lastimaron y que, tal vez, los alejaron. Aunque el intento era demostrar que todos, finalmente, somos momentos en las vidas de los otros... y nadie tiene la culpa de las distancias. Eso.
Y capaz que los textos no se explican. Pero bueno... me sale así.
Y si, "tuya" está muy bien. Cumplí los 143 años el 30 de setiembre pasado así que todavía me gustaría que me tuteen. Je.

XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.