lunes, 9 de diciembre de 2013

Un T-Rex haciendo una cama


Le dijo a su novia que se iba a juntar con los pibes y le dijo a los pibes que se quedaba con su novia. Pero, le era claro, él no podía hacer ninguna de las dos cosas. Es largo y, si querés, te lo cuento en otra oportunidad... pero algo le pasó... un evento que supuso definitorio en su vida lo hizo repensar muchas cosas. Lo hizo intentar recordar el hilo conductor de su vida, para descubrir en qué se había convertido, y se dió cuenta que no podía hacerlo... que su vida estaba llena de huecos, lugares distantes, sin conexión, o conectados a través de una lógica arbitraria que le resultaba ajena. Pero también se dió cuenta de otra cosa: lo único que podía recordar momento por momento, imagen por imagen, y charla por charla eran los velorios. Así que cuando siente que no puede retener su vida, que se le escapa, sale de su rutina a crear recuerdos. Siempre hay alguien que está muerto en un cajón los viernes a la noche.

Frenó el auto a unos 30 metros de la casa de velatorios elegida. Se bajó y caminó hacia el lugar, con una indiferencia (casi) ficticia. Si lo conocieras fuera de ese contexto, te llamaría la atención que se sintiera tan cómodo... ya que no tiende a sentirse tan seguro en ninguna otra parte. Yo te explico... es que descubrió que en este tipo de "eventos", la gente no es como en el resto de los momentos de su vida. Siempre le pasa que cuando entra, si se queda "en el molde", no pasa nada. Nadie le hincha las pelotas... y eso le genera una tercera personalidad... segura, canchera y despreocupada, que no tiene ni aún cuando está en reuniones de amigos donde, paradójicamente, se encuentra muchas veces siendo el centro de las miradas... teniendo que bancar la parada con chistes y pelotudeces varias. Y para hacer frente a eso, tuvo que crear una segunda personalidad que lo ayude aguantar esa presión. Igualmente, si le preguntás sobre esas personalidades "extra", no te las va a aceptar de ninguna manera.

Entró a una sala (la que menos cantidad de gente podía observar desde la puerta). Saludó a la gente que estaba charlando, sentada en un sillón, cerca de la entrada. Se acercó al ataúd rápidamente, sin mirar mucho al resto de las personas que andaban por ahí y vió al costado del cajón a una señora que no debía tener mas de 40 años, llorando a un tipo que tenía esa misma edad. No esperaba que el muerto fuera tan "joven" (no le hubiera parecido joven hace unos años... pero aceptó su edad (tarde, como siempre, pero la aceptó)). "Ni a palos tiene mas de 42", pensaba mientras se acercaba a la parte abierta del cajón. Se quedó mirando la expresión de nada en el rostro del muerto durante un rato, pero aunque quería, no podía evitar escuchar el llanto de la señora, a unos 3 metros del féretro. Sabía que ese sonido le iba a quedar pegado en la cabeza... y eso le sacó una sonrisa. Por dentro.

En esos lugares, lleno de gente que no tiene nada que hacer entre medio de gente que no sabe que hacer, está la vida. O eso piensa él. Y no tiene que ver con que haya un muerto ahí, no-esperando ser enterrado... es que, ahí mismo, por alguna razón oculta, está la reflexión de que todo pasa. En serio. Que la vida es un rato, pero posta. Y que los huecos, los podés llenar con lo que quieras, pero para los demás siempre va a terminar siendo mierda. Y eso no es triste... porque triste es que se te muera alguien. Porque nunca, nunca puede ser que le hayas dicho todo lo que querías al que se te murió. Y eso sí es triste. O eso piensa él, mientras un viejo le cuenta que a Carlitos Menem Jr. lo mataron los judíos marxistas extraterrestres de la CIA. Lo siguió escuchando un rato largo, con muchas ganas, mientras pensaba en que los huecos son eso... huecos. Y nada mas.

Se sentía cómodo con una idea que estaba cerrando muy de a poco, entre los llantos, las miradas raras de algunos familiares y la historia del viejo sobre los judíos que no querían que Argentina sea una potencia. Pero no podía darle el giro... había algo que faltaba. Estaba ahí para observarse fuera de la comodidad, pero algo faltaba. Necesitaba que algo girara, que le permitiera crear un puente entre ahora y antes (o después). Quería poder contarle a su novia, cuando llegara a su casa, que se sentía bien. No tenía por qué mentirle, simplemente decirle lo bien que se sentía... y nada mas. Porque en la indefinición se sentía bien. Y, aunque sepa que no me estás entendiendo, no sabría explicarlo mejor.

Y cuando el momento se volvía cálido... y cuando todo era raro (pero bueno), un frío entró por la puerta. Un viento extraño... cargado de tensión, que pareció buscarlo particularmente a él. O eso pensó mientras el frío lo recorría desde la zona estomacal hacia arriba y hacia abajo de su cuerpo. Y, si bien fué extraño, se sintió bien la contracción. Y el pedo salió. Sin pedir permiso. Y el ruido que se generó por el paso del metano a presión entre sus nalgas, desdibujó la situación. Todos lo miraron y algunos se rieron. Sobre todo el viejo que estaba a su lado. Él también se río. Los miró a todos a los que estaban en la sala, saludó, y se fué del lugar, riéndose violentamente.

Encontró el giro: un pedo en un velorio.
Era tan simple como un pedo un velorio... pero ojo, él no se terminó de dar cuenta hasta muchos años después. Después de muchos pedos. Y muchos sepelios ajenos.
Siempre pasa que aceptamos las cosas tarde.

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XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.