jueves, 27 de enero de 2022
XVII (Mar Del Zvr)
Es real.
No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real.
Llegó.
Llegamos.
Soy real.
Siempre fui real.
XVI (Mar Del Zvr)
“Tesis”.
Nadie quiere dejar nada, pero no es una opción. Ø no quiere avanzar. La montaña es un volcán. En erupción. Afuera todo se cae a pedazos. Están en el umbral, esperando. Tienen tiempo.
Hay muchos más con ellos. Pero no es necesario presentarlos.
Todos sabemos lo que va a suceder, pero es un ritual.
Ø le entrega a Beta su caracol. La roca.
Beta no lo acepta. No es que esa culpa no le pertenezca, pero ambos (todos) sabemos que no es una cuestión de responsabilidad.
Perdón.
Ø puede oír el sonido del mar nuevamente.
Perdón.
Ø avanza, sale de la cueva.
“Antítesis”.
Escucha como todo el mundo cae detrás suyo. Escucha los gritos, imagina los cuerpos nadando en lava, ahogándose, golpeados por gigantes olas, siendo arrastrados por vientos huracanados.
Se da la vuelta y vemos que todo está igual.
No, no está igual. No puede estar igual, pero todavía existe. El mundo todavía existe.
Duele. Duele como nunca dolió. Duele como si fuera la primera vez.
“Síntesis”.
Sonríe.
Avanzamos.
XV (Mar Del Zvr)
-Estás a salvo. En este lugar vas a estar a salvo.
Es Ø. Está delante de él. De Beta. De él. Se están mirando a los ojos.
-¿Estás más tranquilo?
Beta no sabe qué contestar.
-Sí. ¿Qué es esto?
No fue él el que contestó.
-Estás en mi hogar. Acá estamos a salvo. Podemos ser.. libres.
El lugar se ilumina. Es una cueva. O una habitación. O algo que no puede nombrar. Ø se acerca a una de las paredes y le señala una serie de garabatos que conocemos muy bien.
-Esa es la… playa. La orilla.
Beta se acerca, siente el dibujo. Le recuerda a… antes. No hay más voces. El aire es distinto.
-¿Quién lo hizo?... ¿Cómo es que lo...?
-Creo que ya lo sabés.
Claro que lo sabe.
-¿Pero por qué?
-¿Por qué estamos acá?... afuera no hay nada que necesites, solamente hay verguenza, las miradas que no podés cambiar.
Beta cree reconocer a alguien que entra por uno de los corredores. O pasillo. Es Ariel. No le tiene miedo. Tampoco le guarda rencor. Ariel se sonríe.
-¿Qué es todo esto, para qué?
-Ya te lo dije, por qué…
Ø no puede terminar la sentencia. Beta lo interrumpe, sólido.
-No podemos quedarnos acá.
“No podemos quedarnos acá.”
-Es lo más seguro.
Beta se convierte en el final.
-Esto nunca se trató de seguridad. O sí. Pero ya está. ¿Cuántas formas distintas de ocultarnos?... ¿Cuántos de nosotros hacen falta?
-No podés estar tan seguro. Ni siquiera tuviste tiempo de… de saber. No lo que yo sé, lo que viví. No podés confiar en tus propias experiencias, porque no son tuyas. ¿Cómo estás seguro de que no sos lo que todos dicen que sos, que hiciste?
Ariel sigue a un costado, apoyado en una mesa, o en una columna de piedra.
-No importa. ¿Qué importa si los traicioné a todos?... nunca se trató de ellos, sino de nosotros. Aprender.
Está incómodo. Ø conoce el final. Beta continúa.
-Fuimos muchos. Y todos entendimos. El mundo está sostenido por cada decisión que tomamos.
“No”.
Ariel se acerca a Beta y lo besa. Beta no se resiste. Niega que lo disfruta. Niega que lo niega. Abraza la satisfacción de no estar en paz con nada (menos con su muerte).
Eso es lo que pasó. Lo que cambió. No lo decimos.
No es, deja de ser.
Lo quiere. No son las decisiones, es lo que siente.
Se abrazan.
Ø es el final.
Moscas.
Se abrazan.
Ø es el final.
Moscas.
XIV (Mar Del Zvr)
No sabe dónde está.
No está.
¿Está soñando?
Ya no puede saberlo.
No hay cuerpo. No es que no tenga cuerpo, es que el concepto ya no existe. No lo puede pensar. Quedó la palabra.
Las palabras.
Los símbolos.
Se siente parte, pero de algo externo. Se siente una parte, incompleto.
Parte.
Su vida no es vida, es el relato. Y hoy no es el protagonista.
Flota en la luz.
No hay silencio. No recuerda lo que es el silencio.
Los gritos tampoco son gritos, pero están.
Algo sucedió, detrás del ruido. Hay una historia que no es de él (¿o eso es él?).
Necesita la conexión, pero no puede sostener el peso de la responsabilidad.
¿Es lo que sucedió, es lo que no sucedió?
Todo está en el fondo.
Y él flota.
Flota en el agua, en el vacío.
Busca la superficie. Y en la superficie todo está nublado.
Sólo existe la superficie.
Pero todo está en el fondo, escondido.
Un propósito, escondido.
Una fachada, que es un propósito, que es vida.
Sin otros ojos, es libre y no es nada. Es líquido.
Es muchos, o fue. Muta. Pero necesita ir a lo que es, que es siempre.
Y nunca es libre.
El poder del uno, explotando y sometiendo, sólo para existir.
El escape es el comienzo, no es el centro.
El centro no existe.
Lo entiende: alguien tiene que pedir perdón.
Gatea por la orilla, cansado.
Está cansado.
XIII (Mar Del Zvr)
Corre. Ya no siente sus pasos detrás, pero no puede darse el lujo de detenerse.
No entiende qué pasó. Se sentía seguro, confiaba. Ya no tiene nada. Siente que no tiene nada. Siente que nunca tuvo nada, que todo era una ilusión.
Está lloviendo. No estaba lloviendo. Ya debería estar acostumbrado.
No puede distinguir entre el ruido que generan las gotas entre las plantas si son truenos o explosiones que provienen de la montaña.
Le cuesta respirar, está agitado.
Ø no puede asesinarlo, no puede sacrificarlo. Lo va a entender, si llega antes que los otros.
Ø va a saber qué pasó con Ariel.
Recuerda esa noche.
En este momento, parece lo único real.
¿Y los otros?
El pueblo. El campamento.
Siempre hay otros.
Duda. Tal vez sea su última oportunidad para entender (¿o es una ilusión, el entendimiento?).
Se recuesta sobre un árbol enorme, no le molestan las gotas sobre su cuerpo, sobre su rostro. Cuando llegan a su boca, puede saborearlas: tienen gusto a carne.
No puede detenerse, tiene que seguir.
“Es un símbolo, es sólo un símbolo muerto”, no puede dejar de escuchar esa voz en su cabeza.
Nunca existió la posibilidad. De la paz. Fue una mentira. Ø tiene que saber todo. Él sabe todo, sabía todo. Siempre supo todo. No puede haber contradicción, la engulle. Tiene miedo. El mundo tiene miedo, todos tienen miedo, él tiene miedo.
Está solo.
Solo.
Tiene miedo.
Se tropieza con una piedra y cae.
No siente dolor.
“Descansá”.
XII (Mar Del Zvr)
Ya decidieron. Están actuando una discusión, construyendo un consenso innecesario. Es muy simple, lo entiende: no pueden confiar en él. Están contando anécdotas posibles, cómo habló con “los otros”. Cómo boicoteó varias expediciones, varias cacerías. Cómo cuestiona. Ariel está perdido. Y él parece ser el único responsable.
Cuentan historias donde Beta no puede reconocerse. Él no puede haberle hecho daño. Él no es eso. Beta no es eso.
“¿Por qué mentirían?” (¿Están mintiendo?)
Las explosiones continúan.
Comienza a cuestionarse los recuerdos. Sabe que hay algo escondido detrás de sus sueños, de sus visiones. Pero también sabe quién es él (¿se puede saber?).
Y lo van a sacrificar por eso.
Lo van a sacrificar como sacrifican todo.
No, no sacrifican todo. Sacrifican lo que no encaja. No, no lo sacrifican… lo asimilan. Lo sintetizan. Siempre tienen un argumento.
Él está incómodo, girando alrededor de un fuego. Las explosiones continúan.
“¿Y si tuvieran razón y hay que sacrificar a alguien para que el pueblo no desaparezca?”
¿Y si ellos sacrificaron a Ariel?
No puede ser, es una conspiración.
Volvieron juntos.
“¿Dónde está?”
Lo están vigilando. Se mueven alrededor de él, distraídos, pero sabe que no lo van a dejar moverse de ese sector.
No es una conspiración, es un ejercicio.
Escucha la voz. Siempre la escuchó. Le dice que escape ahora.
Lo están vigilando.
“Nada de esto es real”.
El grupo se desarma. Beta se prepara. Los que lo estaban controlando se distraen cuando Hom les hace señas. Les está pidiendo que me lleven. No, que lo lleven. A Beta. Con ellos.
“Ahora”.
Corre.
Escucha la voz.
“¿Estás a salvo?”
martes, 25 de enero de 2022
XI (Mar Del Zvr)
-¿Podés escuchar eso?
Beta no puede dejar de observar la entrada a la cueva. Ariel lo saca del trance con la pregunta, pero decide no contestar. Está todo en silencio, sólo está siendo irónica.
No sabe si tendría que seguir esperando. Duda. Parecía una mejor idea cuando salieron del campamento. La necesidad no disminuyó, pero no sabe qué hacer. Necesita hablar con Ø. Ariel le había explicado que él no salía de su cueva y que estaba prohibido entrar… Así que no tenía sentido ir hasta ese lugar sólo para esperar a verlo. Aún así, sabiendo y pensando eso… Ariel lo acompañó.
-No fue siempre así. Una vez fue una cabaña en llamas. -prosiguió- Tampoco tenés que tener miedo, hace mucho que la montaña no reclama a nadie.
Beta aprendió a dejarlo hablar. A veces sus monólogos no tenían sentido. A veces, el sentido se perdía conforme desarrollaba la idea. A veces no había idea. Pero Beta siempre encontraba ese espacio entre sus palabras que lo hacía pensar fuera de tiempo. Es lo que le gustaba de estar con él. Beta siempre lo escuchaba, pero en este momento estaba intentando ocultar su ansiedad.
Quisiera poder ser sincero con Ariel, sobre las razones que lo llevaron hasta ese lugar.
-Sé que él me va a escuchar. Me puede ayudar. Ayudarnos...
Beta duda. Hace una pausa. No sabe si continuar, cómo explicar lo que le pasa. “Debería haber más que esto. Siento que estoy sosteniendo algo invisible, que no es mío. Y si lo suelto no soy nada.”, piensa. Pero no lo dice. Continúa con su discurso hacia sí mismo, lastimando en el camino su propia pulsión. “Creo que él me liberó... pero me siento solo.”, es lo que necesita decir… pero no puede.
-Creo que hay cosas que están mal. No podemos seguir en este lugar, acá. Yo no puedo seguir en este lugar. Estamos seguros, pero siempre tenemos… menos. Y lo que hay alrededor… siento que deberíamos… no lo sé. Quiero que podamos discutir. Por eso no me defendí, no quiero que...
Es mentira. No devolvió el golpe porque… dudó. No puede dejar de temer. No, no lo puede explicar. Pero no puede mostrar debilidad. No ante él. “No ante nadie”, se retracta o complementa.
-Nadie te cree.
Ariel rompe su monólogo (¿interno?), justo a tiempo.
-Tengo que hablar con Ø.
Tiene que hablar de cosas que vió, que ve. Hay una razón para que no pueda encontrar paz. La playa lo persigue en sueños. Pero no quiere hablar de eso, no.
-Al final todos hablamos con él.
Ariel le dice esto mientras se acerca un poco más a la entrada de la cueva. Intenta ver lo que hay sobre una de las paredes. Algo le llama la atención, pero escucha un ruido e instintivamente se aleja, y vuelve unos metros hacia atrás, donde está Beta. Ambos huyen de la zona corriendo.
Ariel parece sorprendido.
-¿Para qué la querés?...
-¿Cómo?
-Nunca la usaste. Siempre… mirándola. No es sólo el caparazón de un animal… y lo sabés. ¿Pero de qué te sirve estar apegado a esa… tragedia?
Beta no contestó. Esa fue la última conversación que tuvieron.
Ambos oyeron la explosión que provenía de la montaña. Ambos sintieron el olor a tierra quemada.
Sólo uno llegó al campamento.
-Tengo que hablar con Ø.
Tiene que hablar de cosas que vió, que ve. Hay una razón para que no pueda encontrar paz. La playa lo persigue en sueños. Pero no quiere hablar de eso, no.
-Al final todos hablamos con él.
Ariel le dice esto mientras se acerca un poco más a la entrada de la cueva. Intenta ver lo que hay sobre una de las paredes. Algo le llama la atención, pero escucha un ruido e instintivamente se aleja, y vuelve unos metros hacia atrás, donde está Beta. Ambos huyen de la zona corriendo.
Ariel parece sorprendido.
-¿Para qué la querés?...
-¿Cómo?
-Nunca la usaste. Siempre… mirándola. No es sólo el caparazón de un animal… y lo sabés. ¿Pero de qué te sirve estar apegado a esa… tragedia?
Beta no contestó. Esa fue la última conversación que tuvieron.
Ambos oyeron la explosión que provenía de la montaña. Ambos sintieron el olor a tierra quemada.
Sólo uno llegó al campamento.
lunes, 24 de enero de 2022
X (Mar Del Zvr)
Lo están observando. Lo está observando.
Cada vez que entierra la pala en el barro y hace más grande el hoyo, decide que ya es suficiente. Pero el agujero es cada vez más profundo.
No hay nadie cerca. Se cercioró de que nadie lo siguiera. Necesitaba ese tiempo.
No quiere enterrarlo. Lo logró, llegó al final del proceso. Ganó, pero no puede decírselo a nadie.
Y para qué, entonces.
Todo está sucediendo al mismo tiempo, pero no puede verlo.
¿O sí puede verlo?... ¿Verse?
¿Está soñando?
No está a salvo.
¿Qué está haciendo?... ¿Qué consiguió?... ¿Qué hay en el fondo?
Lo reconoce.
Escucha las moscas, siente su presencia.
¿Es Hom?
No puede ser. Está soñando.
Hom abre los ojos. La tierra cubre parte de su rostro, pero puede entender lo que está diciendo. No lo escucha, pero lo entiende.
No es Hom, es Ariel.
No, no es Ariel.
A nadie le importa lo que piense Beta, porque no es Beta el que está haciendo el pozo.
Quiere escapar.
No quiere estar solo, pero no soporta el peso.
¿Quién es?
No está soñando.
El que no es Beta extraña a las moscas.
Está soñando.
El horizonte se mezcla con el lodo y lo abraza, lo contiene. El hoyo lo contiene.
Beta necesita respuestas, pero la caída parece eterna.
domingo, 23 de enero de 2022
IX (Mar Del Zvr)
No encuentra su roca. Es de noche, todos parecen estar durmiendo. Y su roca no está.
Busca debajo de sus mantas, pero no encuentra más que algunos bichos y otro de sus “dibujos”.
Hace un tiempo, Hom intentó robarlo. Cambiarlo por comida, o ropa, o alguna estrategia similar. Le explicó lo que tenía, que servía para escuchar el mar. Porque del mar venía. Beta decía que no le importaba ese dato. Que lo tenía en cuenta, pero que nunca había pensado en su uso… que era más bien una reliquia, algo que le recordaba un pasado. la posible existencia de uno.
Hom tiene la culpa. Pero él ya tiene una. Lo sabe. No se lo puede decir, pero sabe que tiene su propia roca. Lo vió con ella. Sólo se la quitó para "reducirlo". No era la primera vez que discutía con él, y no es el único que intenta hacerlo sentir menos. Sabe lo que todos dicen de él por detrás. Sabe que saben. De alguna forma conocen sus sueños. Lo conocen. Creen conocerlo.
Comenzó a revisar, con mucho cuidado, los alrededores. Las cosas de todos en el campamento.
Pero Beta mentía. Se mentía. Porque sí había pensado en su uso. No sólo lo había pensado, sino que lo había discutido. Pero todo estaba muy confuso. Su primera noche (que tal vez no haya sido la primera), el viejo se le había acercado. Y le habló. Le habló sobre la roca. Y recuerda que le dijo, aunque tenga lagunas, algo como que “sirve para escuchar a los fantasmas”. Beta no lo entendió en el momento y tampoco lo entiende ahora. Ariel le explicó que esa historia no es verdad, que lo inventó o lo imaginó. Que Ø no dejó la montaña esa noche.
Siempre quiso apoyar la roca (de mar) en su oreja. Pero no puede. Todavía no. Está esperando el momento… no es que tenga miedo a lo que pueda escuchar. Ahora la necesita. Por eso la sigue buscando.
Se siente traicionado, otra vez. Pero no logra canalizar su frustración. Cree que lo mejor es enfrentar a Hom en la mañana. Lo que no sabía (aunque intuía) es que ese enfrentamiento iba a terminar muy rápido, con él sangrando en el suelo y todo el grupo acusándolo de intentar romper la paz general inventando cosas (lo que no sabía ni intuía es que tenían razón). Pero hoy, ahora, todavía tiene la nariz sana. Y la razón.
Camina bajo las estrellas. Se sienta alejado del campamento. Mira el cielo y se le cruza por la mente que es muy difícil, casi paradójico, tener que procesar y reducir a palabras la sensación de no ser.
Quiere volver. No, quiere irse del campamento. La playa aparece en su mente. La arena, el viento en la cara. La inmensidad del mar.
Quiere escapar. Pero no puede.
Siente que sus fantasmas ya no están ahí, con él. Pero no se siente mal… sólo necesita saber por qué.
sábado, 22 de enero de 2022
VIII (Mar Del Zvr)
-No había una razón lógica para dejarlo vivir.
Beta no sabe qué contestarle a Ariel, que parece otra vez parece entender lo que pasa por su cabeza. Está sentado, a unos metros del cadáver del cachorro que está siendo consumido por las llamas. El resto del grupo se alejó, pero él no quiere dejarlo.
-No importa que no fuera una amenaza para nosotros en este momento – continúa -, fue lo mejor para…
No puede evitar interrumpirlo.
-Nunca intentó atacarnos. Ni siquiera lo estamos llevando para comer.
-No. Pero no puede ser alimento para “los otros”, por eso lo hacemos. Esto no es algo nuevo.
Beta se pone de pie y se acerca a Ariel.
-Hablan mucho sobre eso, pero en todo este tiempo nunca vimos a ninguno.
Se siente atraído por Ariel, lo acepta. Le atraen sus formas, formas que le resultaban conocidas, “naturales”. Poco a poco, forjaron una relación de confianza. Aún a pesar de su “amistad” con Hom. Pero hay cosas que todavía no entiende de los roles. Se siente menospreciado, como si su presencia fuera “accesoria” para el grupo (¿para Ariel también?). De cualquier manera, sabe que tener estos pensamientos paranoicos no le ayuda… hoy está contenido, está seguro. No hay razones para dudar.
-Por suerte.
-¿No deberíamos estar seguros de que hacemos lo correcto?
-Hicimos lo correcto. Que vos o yo no los hayamos visto nunca no significa que no existan. Ellos son, no cambian. No reaccionan, actúan. Siempre de la misma forma. No los entendemos, por eso. Por eso esto y todo.
Beta piensa en Ø, que por momentos parece un espejismo. Por momentos parece más real en sus sueños. Fuera de ellos, es una historia. Es una posibilidad. Una posibilidad constante, omnipresente. Por momentos escucha su voz en Ariel, en los demás. Lo vió la noche en que llegó al pueblo, en que fue rescatado. Pero nunca más volvió a salir de la cueva donde descansa y donde, aparentemente, espera la llamada de la montaña. Eso es lo que dicen. “Eso es lo que nos da seguridad”, piensa. Pero sabe que hay otra posibilidad, Que el resto lo visita. Solo a él no se le permite.
-No lo sé. Escucho muchas historias, pero…
Beta prefiere no seguir hablando, prefiere no seguir pensando. Observa cómo se apaga el fuego, cómo comienza a aparecer lo que queda del animal.
Ariel no contesta. Avanza, siguiendo el rastro del grupo. Él lo sigue.
-Es el miedo, sí. Tenés razón. Pero es lógico escuchar esa voz.
La forma en que lo dice le hace pensar a Beta que está buscando convencerse a sí mismo antes que a él. Mira hacia atrás y sólo queda un poco de humo.
VII (Mar Del Zvr)
Sabe que está soñando.
Siente las extremidades moverse, pero no está seguro de que él sea el que está al mando.
No sabe si está flotando en el agua o está volando.
Todo debería ser oscuridad pero puede sentir la luz, los colores.
No puede abrir los ojos así que intenta (¿es él el que tiene el control?) forzar los párpados con sus dedos. Pero su piel no es piel, parece derretirse al tacto.
Sigue sin poder ver.
Escucha que le gritan desde lejos. Sabe que es a él al que llaman, pero no reconoce el nombre.
Está desesperado, quiere despertar.
Ya no tiene cara. Es una máscara. No se la puede sacar (¿no se la quiere sacar?).
Ve un animal muerto y vivo a la vez.
Siente la llegada de recuerdos, pero nada concuerda con su historia.
¿Son historias?
Son máscaras.
¿Quién cuenta las historias?
¿Quién cuenta su historia?
Recuerda asesinar a Beta, pero él es Beta.
Es Ariel, pero tiene su rostro pintado. No, tampoco es su rostro. Es otra cosa.
¿Quién es Beta?
Una cueva. Olores conocidos.
Ø. El viejo es Ø.
La playa, los huesos. Otra vez.
viernes, 21 de enero de 2022
VI (Mar Del Zvr)
Le resulta difícil entender los movimientos. Pero no puede dejar de mirarlo.
Es Ariel. Está en la cima de la meseta. Solo. El sol flota por encima de la montaña, a la distancia.
Está bailando.
Beta se mueve lentamente hacia él, casi sin darse cuenta.
Es hipnótico.
Él sólo quería estar lejos del ruido. Hizo trampa, lo sabe. El momento se ve atravesado por la culpa. Un tipo de culpa particular. Compartida, en silencio. Ariel también está haciendo trampa. Bailando, para el sol. O la montaña. Recuerda que algo de eso le había dicho. “Para calmar al volcán”.
Es hermoso.
Ya no recuerda por qué había elegido ir a ese lugar.
Y se acerca cada vez más a Ariel. Sabe que lo está haciendo, y no se reprime.
Nota una silueta extra en el suelo. Una sombra grande. La reconoce. Deja de acercarse. Escucha la voz de Hom, pero no entiende qué dice.
-¿Eso es lo que viste? -pregunta Ariel, sin dejar de moverse.
Beta se acerca muy de a poco. Ya no para disfrutar sino para saber.
Hom le contesta con la cabeza y le muestra algo. Algo similar a una roca. A su roca. Le dice que esta vez necesita “pintarlo”. No entiende las últimas palabras.
Hom se sienta a un lado del círculo invisible que forma Ariel con sus movimientos.
Beta busca lentamente un lugar desde el cual pueda ver a ambos. Intenta no hacer ruido. No es instinto, es otra cosa.
Espera.
Reconoce ciertos gestos, otros le resultan ajenos. No sabía que ellos se entendían. Que estaban juntos. Tanto. Se siente raro. Hom es violento, y además lo detesta. A Beta. Nunca se lo dijo, pero él lo sabe. Pero ahora, en este momento, parece ser… dócil. Está tranquilo. Ahora abraza a Ariel, que se recuesta a su lado. Se acercan lentamente. Beta sabe que no debería estar ahí, pero no se puede ir. Teme hacer ruido y que sepan. Que piensen que los está espiando. Así que sólo aleja la vista y se focaliza en el paisaje por encima de los dos. En la montaña, en el sol.
Escucha a Ariel que dice algo. “Somos el miedo”. Cree que dijo eso. No sabe qué significa. Continúa observando el paisaje.
Es hermoso.
V (Mar Del Zvr)
No puede continuar, no se puede concentrar. Otra vez está haciendo “garabatos” en la tierra (o eso es lo que contesta cada vez que alguien le pregunta). El grupo está cerca y no puede evitar oírlos (ya no necesita comprender los gestos, entiende sus códigos, su lenguaje, casi como si no fuera procesado, como si nunca lo hubiera aprendido... simplemente “recordado”): están analizando algunos ruidos que Hom escuchó durante la noche, dice que está seguro que fueron “los otros”.
No importa quién es Hom. Es grande. Lo escuchan. Tal vez es lo que pudiera haber sido Beta en otro… ambiente. Lo escuchan siempre.
Beta entendió que es un tiempo por un tiempo, un hombre por un hombre. Le dan seguridad, y él les entrega… su fuerza. Es lo mejor, es lo justo. Él cumple, lo dejan tranquilo. Cumple con sus obligaciones. Deberían dejarlo tranquilo. Es lo justo. Pero todo el tiempo lo están empujando dentro del grupo. Y él no desea… estar. Quiere (necesita) su momento. Ya terminó con sus trabajos, ya obedeció. Por el bien de todos, claro. Pero este es su tiempo, y con él quiere reproducir, quiere recuperar las imágenes que aparecen frente a él durante los momentos de paz. De paz, cuando está solo.
No quiere alejarlos, pero el producto del grupo, del “colectivo”, es gris. No le interesa. No le interesa lo que salga de esa reunión.
O tal vez tenga miedo de no valer.
“Pero ya valgo”, piensa. Es un reflejo. El valor del grupo siempre es un reflejo. Pero no quiere pensar en eso, no tiene que perder la concentración. Se fuerza a continuar con su trabajo en la tierra.
-Es una playa.
Se llama Ariel. Se acercó a él y, sin pedir permiso, revisó lo que estaba haciendo. A Beta no le molesta.
-¿Te gusta?
-¿La… “playa”? -contesta Beta, confundido.
-No. “Beta”.
Se dió cuenta, recordó. Su nombre. Su primer contacto.
Ariel le roza la mano con la suya.
(¿Se siente bien?)
“¿Por qué no está cómodo acoplándose?”
Siente la leve impresión de que todo esto está sucediendo en otro lugar. Como si fuera el recuerdo de un recuerdo. Sin embargo no puede dejar de intentar descifrar sus razones.
-Siento lo mismo, pero no tenés por qué estar solo.
Ariel le dice esto y vuelve al grupo. Beta no lo sigue.
No, no quiere seguirlo… pero siente la necesidad de expansión. Y es instintivo. Tiene que saber. No puede alejarse, no puede ceder. Tiene que llamar la atención. Su nombre. Vale.
-¿Por qué querrían atacarnos? -grita, pregunta, cuestiona desde el lugar.
Y borra el paisaje que estaba dibujando en la tierra.
“La playa”.
jueves, 20 de enero de 2022
IV (Mar Del Zvr)
La tormenta se acabó. El cielo está limpio.
Tranquilidad en el aire.
Son... como él. Son muchos y parecen estar organizados. Eso es una de las pocas cosas que entendió. No investigó mucho, prefirió el silencio. Ante la mayoría de las preguntas respondió asintiendo o negando. Extrañamente, todo ese intercambio le resultó natural.
Ahora está solo. Quieto. Lejos del resto. Desde donde se encuentra sólo puede ver sombras que se mueven. Parece magia (¿no natural?), los sonidos se presentan desde varias partes, completamente separadas de la imagen. Disfruta del espectáculo.
Las voces le traen recuerdos. Siente que los entiende (las voces... ¿los entiende?)
"Beta", lo llaman desde el fuego. Y Beta, instintivamente, decide (¿decide?) acercarse. Deja lo único que siente suyo, su roca hueca, y se acerca al grupo.
Debería sentirse incómodo. Le preguntan sobre sus orígenes, dónde vivía, con quién. Beta no puede responder, o no quiere (o no sabe cómo).
Risas y golpes. Y códigos. Y dinámicas de confianza e historias. Sobre todo historias. Historias de conquista, de batallas, de sacrificios. Hablan de “apagar el grito de la montaña”. Señalan un punto en el cielo, pero Beta no termina de comprender. Casi todas las historias terminan violentamente. “Tiene sentido”, piensa. Asume. Cree que tiene sentido. Son como él.
Hay algo interesante en cómo funcionan los relatos sobre los narradores, los protagonistas. No puede identificarlo, pero le sorprende que detrás de cada decisión, de cada conflicto, haya una explicación. No comparte el orgullo, no puede. Pero disfruta del significado que subyace. Aunque él no tenga nada para contar. Nada que tenga sentido contar.
En un momento, uno de ellos, más joven que él, se acercó y le dijo “perdón” sonriendo. Y volvió al grupo corriendo.
“Perdón”.
Las historias continuaron hasta la salida del sol. Cree que en algún momento se durmió, pero sabe que su noción del tiempo a veces lo traiciona. Puede que lo haya soñado o inventado, pero está casi seguro de que el viejo se sentó a su lado durante un rato y le dijo muchas cosas. Está casi seguro de que conversaron, discutieron. Está casi seguro de que fue real.
Piensa que se tiene que acostumbrar, que toda esta confusión va a pasar. Se siente bien, está, como le dijeron, “en casa”.
miércoles, 19 de enero de 2022
III (Mar Del Zvr)
Las gotas golpean su rostro.
Es de noche y está lloviendo. Por un momento creyó que todavía estaba soñando, pero no es así.
Escucha un estruendo a lo lejos. Instintivamente, intenta refugiarse debajo de un tronco.
Está empapado. Se arranca parte de su vestimenta e intenta tapar la entrada de agua.
Tiene frío, pero descubre que el dolor de sus pies disminuyó. Eso también fue real.
No recordaba estar cubierto, “vestido”… pero no es algo importante en este momento.
Una luz en la oscuridad y muy poco tiempo después un grito en el cielo. El trueno.
El agua corre debajo de él. Se focaliza en eso.
No debería tener miedo, pero los sonidos son extraños. Comienzan a mutar.
(¿Son pasos?) Otro trueno.
La intensidad y el volumen de los ruidos aumenta. Se acercan a él.
Sale de su escondite y corre. Corre debajo de la lluvia.
No debería tener miedo.
¿Hace cuánto escapó de la cueva?... ¿era una cueva?
Se imagina en otro lugar, a la orilla del mar. Chequea su roca hueca. Chequea que todavía está con él. No, no debería importar, pero importa.
Corre.
(¿Qué es este lugar?)
Tropieza, pero se recupera inmediatamente y ve un conjunto de ramas bajo las cuales esconderse. Lo están buscando, cada vez están más cerca.
Siente que están detrás de él. No sabe por qué tiembla tanto: ya estuvo frente a predadores, ya corrió por su vida. Pero esto es distinto.
El sueño.
Se siente indefenso. Está a punto de gritar, de buscar ayuda, pero sabe que nada va a responder, está a merced de lo que lo persigue.
No sabe gritar.
Se acurruca detrás de un árbol y se tapa el rostro con sus manos.
Reconoce los sonidos, los pasos. Son muchos, son más.
Se detienen cerca de él. No puede (¿no quiere?) ver.
El mundo parece detenerse.
No desea, espera.
Algo (¿alguien?) toma sus manos y las separa. Lo obliga a abrir los ojos con un grito potente.
Le comunican que fué salvado, que el peligro es y era real.
Y se siente aliviado.
Lo cubren del agua con unas mantas. Son muchos y son como él. Uno de ellos, el más joven, lo nombra ante el resto: “Beta”.
Todavía tiene miedo. Es un miedo con algo de seguridad. Miedo de no saber, pero… no lo entiende. Es una mezcla extraña.
Beta.
Acepta acompañarlos.
Beta.
Cree reconocer a uno de ellos, al más viejo, que camina separado del grupo. "No tiene sentido", piensa. Pero cuando sus miradas se cruzan, ambos desvían la atención disimuladamente.
Beta continúa caminando a la par del resto.
Finalmente ve luz en el horizonte, un fuego que quiebra la oscuridad de la noche. Le indican que ya están cerca.
Beta se siente seguro.
martes, 18 de enero de 2022
II (Mar Del Zvr)
Sus pasos son torpes. No puede asimilar el paso del tiempo de la misma forma que lo hacía en la oscuridad, pero sabe que está cansado. Las plantas de sus pies desnudos están inundadas de llagas.
Dolor.
Nuevas sensaciones, y no todas son placenteras.
La necesidad y la certeza de que lo que lo rodea y su propio cuerpo puede (y tal vez debe) ser controlado.
Por momentos pareciera que el paisaje se crea ante sus ojos.
El mundo se mueve caóticamente. Sabe que no es lo mismo un animal, un insecto, o una planta.
Deja de moverse.
Decide conservar su lugar, su espacio.
Observa, oculto, detrás de unos árboles. Inmóvil.
Aprende de los animales. Cómo alimentarse de lo verde, cómo evitar a los predadores. Conocimiento: la posibilidad de adelantarse al resto. Al mundo. A los otros.
Aún así, se siente en desventaja.
Hay algo que necesita. Sabe, siente, que hay una amenaza que va más allá de lo que puede ver.
Se siente pequeño. O todo es demasiado grande.
Aún no puede entender qué es esa especie de roca que encontró a la salida de la cueva. “Texturas”, piensa. Otra vez (¿otra vez?), la palabra antecede a su significado.
Pasó el tiempo. Siente, sabe que pasó el tiempo, pero no puede pensar en forma de ciclos. Todavía sus sentidos no se acostumbran (¿para qué necesita saber cuánto hace que escapó?)
Todo está muy cerca. Todo esto que ve es el todo. Pero algo falla. Falta.
Piensa.
Piensa en hacia dónde se dirige. Cuál es la diferencia entre su destino y ese terreno verde, abundante, que tiene alrededor (¿por qué debería haber un destino para él?).
No lo sabe.
Así que decide salir de su escondite (¿cuántas noches estuvo oculto… fue sólo un rato?), acostarse en el suelo y extender sus brazos al cielo... en señal de tributo.
Cierra los ojos y piensa.
Y espera.
Espera por una respuesta.
lunes, 17 de enero de 2022
I (Mar Del Zvr)
Despierta. Olores extraños (le cuesta respirar). Oscuridad. Sonidos circulares lo confunden. No sabe lo que sucede (o sucedió). No sabe dónde está. Sus recuerdos son difusos. Ve un mar, o un río. Agua, mucha, que golpea sus pies. El sol (¿que es el sol?) brilla en el cielo y la luz que emite acaricia su rostro (hay algo extraño en la idea, en un “rostro”). La sensación. La palabra que aparece es “nostalgia”. Está en la orilla, parado, alrededor de osamenta. Algo lo golpea. Tinieblas nuevamente (¿eso era un sueño o un recuerdo?). Escucha voces (¿o es otra alucinación?). Grita. Comprende algo en el proceso. "Entiende" su voz, como si fuera la primera vez. Pide ayuda pero nadie responde (¿qué esperaba?). La voz parece alejarse (no la suya propia… la otra, la extraña). Comienza a arañar las paredes buscando una forma de escapar. Ya no hay voces, ya no “entiende”.
Ruido.
El ruido lo rodea.
Son moscas (¿pero por qué no son voces?).
Tiene miedo.
La humedad es insoportable.
Zumbidos.
Todo es barro (¿está bajo tierra?). Vuelve a sentir pasos y golpes. Una luz se cuela a través de las paredes. Las moscas. Patrones en la habitación, mensajes que no entiende en las formas (¿qué está buscando?). Golpea una y otra vez sobre la grieta hasta que consigue generar un hueco por el cual salir.
Respira profundamente y el color inunda el mundo. Descubre el horizonte detrás de lo salvaje. Llora. O más bien, lágrimas corren por su mejilla. No sabe por qué.
Cree oír algo detrás de él. Se da vuelta y ve algo que le llama la atención. No sabe qué es, pero lo toma.
Y avanza.
No mira atrás.
Logró escapar, aunque no sabe por qué ni de dónde.
Ruido.
El ruido lo rodea.
Son moscas (¿pero por qué no son voces?).
Tiene miedo.
La humedad es insoportable.
Zumbidos.
Todo es barro (¿está bajo tierra?). Vuelve a sentir pasos y golpes. Una luz se cuela a través de las paredes. Las moscas. Patrones en la habitación, mensajes que no entiende en las formas (¿qué está buscando?). Golpea una y otra vez sobre la grieta hasta que consigue generar un hueco por el cual salir.
Respira profundamente y el color inunda el mundo. Descubre el horizonte detrás de lo salvaje. Llora. O más bien, lágrimas corren por su mejilla. No sabe por qué.
Cree oír algo detrás de él. Se da vuelta y ve algo que le llama la atención. No sabe qué es, pero lo toma.
Y avanza.
No mira atrás.
Logró escapar, aunque no sabe por qué ni de dónde.
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