viernes, 21 de enero de 2022

V (Mar Del Zvr)


No puede continuar, no se puede concentrar. Otra vez está haciendo “garabatos” en la tierra (o eso es lo que contesta cada vez que alguien le pregunta). El grupo está cerca y no puede evitar oírlos (ya no necesita comprender los gestos, entiende sus códigos, su lenguaje, casi como si no fuera procesado, como si nunca lo hubiera aprendido... simplemente “recordado”): están analizando algunos ruidos que Hom escuchó durante la noche, dice que está seguro que fueron “los otros”.
No importa quién es Hom. Es grande. Lo escuchan. Tal vez es lo que pudiera haber sido Beta en otro… ambiente. Lo escuchan siempre.
Beta entendió que es un tiempo por un tiempo, un hombre por un hombre. Le dan seguridad, y él les entrega… su fuerza. Es lo mejor, es lo justo. Él cumple, lo dejan tranquilo. Cumple con sus obligaciones. Deberían dejarlo tranquilo. Es lo justo. Pero todo el tiempo lo están empujando dentro del grupo. Y él no desea… estar. Quiere (necesita) su momento. Ya terminó con sus trabajos, ya obedeció. Por el bien de todos, claro. Pero este es su tiempo, y con él quiere reproducir, quiere recuperar las imágenes que aparecen frente a él durante los momentos de paz. De paz, cuando está solo.
No quiere alejarlos, pero el producto del grupo, del “colectivo”, es gris. No le interesa. No le interesa lo que salga de esa reunión.
O tal vez tenga miedo de no valer.
“Pero ya valgo”, piensa. Es un reflejo. El valor del grupo siempre es un reflejo. Pero no quiere pensar en eso, no tiene que perder la concentración. Se fuerza a continuar con su trabajo en la tierra.
-Es una playa.
Se llama Ariel. Se acercó a él y, sin pedir permiso, revisó lo que estaba haciendo. A Beta no le molesta.
-¿Te gusta?
-¿La… “playa”? -contesta Beta, confundido.
-No. “Beta”.
Se dió cuenta, recordó. Su nombre. Su primer contacto.
Ariel le roza la mano con la suya.
(¿Se siente bien?)
“¿Por qué no está cómodo acoplándose?”
Siente la leve impresión de que todo esto está sucediendo en otro lugar. Como si fuera el recuerdo de un recuerdo. Sin embargo no puede dejar de intentar descifrar sus razones.
-Siento lo mismo, pero no tenés por qué estar solo.
Ariel le dice esto y vuelve al grupo. Beta no lo sigue.
No, no quiere seguirlo… pero siente la necesidad de expansión. Y es instintivo. Tiene que saber. No puede alejarse, no puede ceder. Tiene que llamar la atención. Su nombre. Vale.
-¿Por qué querrían atacarnos? -grita, pregunta, cuestiona desde el lugar.
Y borra el paisaje que estaba dibujando en la tierra.
“La playa”.

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XVII (Mar Del Zvr)

Es real. No es tan pacífico ni tan colorido como lo había imaginado, pero es real. Llegó. Llegamos. Soy real. Siempre fui real.