Ya decidieron. Están actuando una discusión, construyendo un consenso innecesario. Es muy simple, lo entiende: no pueden confiar en él. Están contando anécdotas posibles, cómo habló con “los otros”. Cómo boicoteó varias expediciones, varias cacerías. Cómo cuestiona. Ariel está perdido. Y él parece ser el único responsable.
Cuentan historias donde Beta no puede reconocerse. Él no puede haberle hecho daño. Él no es eso. Beta no es eso.
“¿Por qué mentirían?” (¿Están mintiendo?)
Las explosiones continúan.
Comienza a cuestionarse los recuerdos. Sabe que hay algo escondido detrás de sus sueños, de sus visiones. Pero también sabe quién es él (¿se puede saber?).
Y lo van a sacrificar por eso.
Lo van a sacrificar como sacrifican todo.
No, no sacrifican todo. Sacrifican lo que no encaja. No, no lo sacrifican… lo asimilan. Lo sintetizan. Siempre tienen un argumento.
Él está incómodo, girando alrededor de un fuego. Las explosiones continúan.
“¿Y si tuvieran razón y hay que sacrificar a alguien para que el pueblo no desaparezca?”
¿Y si ellos sacrificaron a Ariel?
No puede ser, es una conspiración.
Volvieron juntos.
“¿Dónde está?”
Lo están vigilando. Se mueven alrededor de él, distraídos, pero sabe que no lo van a dejar moverse de ese sector.
No es una conspiración, es un ejercicio.
Escucha la voz. Siempre la escuchó. Le dice que escape ahora.
Lo están vigilando.
“Nada de esto es real”.
El grupo se desarma. Beta se prepara. Los que lo estaban controlando se distraen cuando Hom les hace señas. Les está pidiendo que me lleven. No, que lo lleven. A Beta. Con ellos.
“Ahora”.
Corre.
Escucha la voz.
“¿Estás a salvo?”
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