jueves, 20 de enero de 2022
IV (Mar Del Zvr)
La tormenta se acabó. El cielo está limpio.
Tranquilidad en el aire.
Son... como él. Son muchos y parecen estar organizados. Eso es una de las pocas cosas que entendió. No investigó mucho, prefirió el silencio. Ante la mayoría de las preguntas respondió asintiendo o negando. Extrañamente, todo ese intercambio le resultó natural.
Ahora está solo. Quieto. Lejos del resto. Desde donde se encuentra sólo puede ver sombras que se mueven. Parece magia (¿no natural?), los sonidos se presentan desde varias partes, completamente separadas de la imagen. Disfruta del espectáculo.
Las voces le traen recuerdos. Siente que los entiende (las voces... ¿los entiende?)
"Beta", lo llaman desde el fuego. Y Beta, instintivamente, decide (¿decide?) acercarse. Deja lo único que siente suyo, su roca hueca, y se acerca al grupo.
Debería sentirse incómodo. Le preguntan sobre sus orígenes, dónde vivía, con quién. Beta no puede responder, o no quiere (o no sabe cómo).
Risas y golpes. Y códigos. Y dinámicas de confianza e historias. Sobre todo historias. Historias de conquista, de batallas, de sacrificios. Hablan de “apagar el grito de la montaña”. Señalan un punto en el cielo, pero Beta no termina de comprender. Casi todas las historias terminan violentamente. “Tiene sentido”, piensa. Asume. Cree que tiene sentido. Son como él.
Hay algo interesante en cómo funcionan los relatos sobre los narradores, los protagonistas. No puede identificarlo, pero le sorprende que detrás de cada decisión, de cada conflicto, haya una explicación. No comparte el orgullo, no puede. Pero disfruta del significado que subyace. Aunque él no tenga nada para contar. Nada que tenga sentido contar.
En un momento, uno de ellos, más joven que él, se acercó y le dijo “perdón” sonriendo. Y volvió al grupo corriendo.
“Perdón”.
Las historias continuaron hasta la salida del sol. Cree que en algún momento se durmió, pero sabe que su noción del tiempo a veces lo traiciona. Puede que lo haya soñado o inventado, pero está casi seguro de que el viejo se sentó a su lado durante un rato y le dijo muchas cosas. Está casi seguro de que conversaron, discutieron. Está casi seguro de que fue real.
Piensa que se tiene que acostumbrar, que toda esta confusión va a pasar. Se siente bien, está, como le dijeron, “en casa”.
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